La Máquina de la Felicidad
Había una vez un ratón llamado Nico que vivía en un bosque mágico. Nico era un ratón curioso y valiente, y lo que más amaba era inventar cosas nuevas. Cada día, se sentaba bajo un gran roble y soñaba con crear algo que pudiera hacer sonreír a los demás. Un día, mientras recolectaba plumas brillantes y gotas de rocío, surgió una idea brillante en su mente: ¿y si construía una máquina para repartir alegría?
Emocionado, Nico se puso a trabajar. Reunió madera del árbol que estaba debajo y, con mucho esfuerzo, comenzó a armar su invento. Cada puntada, cada tornillo, era un paso más cerca de su sueño. Finalmente, después de días de labor, su máquina estaba lista. La llamó “La Máquina de la Felicidad”.
- “¡Listo! Ahora solo falta probarla”, dijo Nico, saltando de felicidad.
La máquina tenía un aspecto peculiar; tenía una gran rueda que giraba, globos de colores y un compartimento donde había colocado dulces y pequeñas sorpresas como galletitas. Nico pensó que podría invitar a sus amigos para experimentar la máquina.
Llamó a sus amigos del bosque: a Lila, la ardilla, a Gregorio, el búho y a Carla, la conejita.
- “¡Chicos! ¡Vengan rápido! He creado algo increíble”, gritó Nico.
Cuando llegaron, Lila miró la máquina con ojos brillantes.
- “¿Qué hace, Nico? ”
- “Reparte felicidad”, respondió Nico con una gran sonrisa.
Sin perder tiempo, Nico giró la rueda de la máquina. De repente, empezó a salir un torrente de globos y dulces. Todos se llenaron de alegría y empezaron a reírse.
- “¡Esto es genial! ”, exclamó Gregorio, atrapando un globo que se escapaba volando.
Pero, de repente, algo inesperado ocurrió. La máquina comenzó a hacer ruidos extraños y empezó a temblar. Y en un instante, ¡pum! Un gran estallido de confeti salió disparado por todas partes.
- “¡Oh no! ¡¿Qué le pasó? ! ”, gritó Carla mientras intentaba evitar los trocitos de papel que volaban hacia todos lados.
Nico se preocupó al ver que su creación no estaba funcionando como había planeado.
- “Lo siento, chicos, creo que se descontroló. No esperaba eso”, dijo apenado.
- “No te preocupes, Nico. Es normal que las cosas no siempre salgan como uno quiere”, le dijo Lila para consolarlo.
Nico miró a sus amigos, que estaban cubiertos de confeti pero aún sonriendo. En ese momento, se dio cuenta de que lo más importante no era la máquina, sino el tiempo que pasaron juntos.
- “Tal vez no haya salido como esperábamos, pero ¡estamos todos aquí, riéndonos juntos! Eso es lo que realmente importa”, comentó.
Entonces, Lila tuvo una idea.
- “¿Y si cambiamos un poco la máquina? En vez de hacer que reparta cosas, ¡usa tu imaginación para repartir sonrisas y juegos! ”
Nico se iluminó. Así, comenzaron a transformar la máquina. Juntos, diseñaron un nuevo mecanismo que hacía música, y en vez de dulces, repartía ideas para juegos y actividades divertidas que podían hacer juntos.
- “Ahora sí, vamos a repartir alegría de verdad”, dijo Nico con entusiasmo.
Así fue como la Máquina de la Felicidad se convirtió en el centro de diversión del bosque. Nico y sus amigos invitaron a otros animales a unirse y comenzaron a jugar, a contar cuentos, y a inventar nuevas actividades. En cada rincón del bosque se escuchaban risas y música.
Nico aprendió que, aunque su máquina no funcionó como él esperaba, el verdadero valor estaba en compartir y disfrutar con sus amigos. Nunca dejó de inventar, pero ahora siempre recordaba que la mejor forma de repartir alegría era la compañía.
Y así, desde aquel día, el bosque mágico no solo fue un lugar lleno de risas, sino también un sitio donde la amistad y la imaginación eran los verdaderos motores de la felicidad.
FIN.