La Máquina de los Sueños
En un pequeño pueblo llamado Estrellita, había un niño llamado Mateo. Mateo era un apasionado de la ciencia y siempre soñaba con inventar algo que cambiara el mundo. Un día, mientras exploraba el desván de su abuelo, encontró un viejo baúl cubierto de polvo. Al abrirlo, descubrió un extraño artefacto brillante que parecía una máquina. No sabía exactamente qué era, pero su curiosidad lo llevó a llevarla a su casa.
— Abuelo, mira lo que encontré en el desván —dijo Mateo, emocionado.
— ¡Vaya! Eso es un antiguo generador de sueños. Tu bisabuelo lo creó con la idea de que la gente pudiera soñar con lo que quisiera —explicó el abuelo, con una sonrisa nostálgica.
Mateo no podía creer lo que escuchaba. Sentía que tenía en sus manos la oportunidad de hacer algo increíble. Decidido a probar la máquina, la configuró según las instrucciones que encontró en un papel viejo dentro del baúl. Después de muchos intentos, logró encenderla.
De repente, una luz resplandeciente llenó la habitación y una nube de polvo brilló en el aire. Mateo sintió que su cabeza daba vueltas y, en un instante, se encontró en un mundo de sueños. Observó que estaba en un bosque encantado, lleno de criaturas fantásticas y plantas que hablaban.
— ¡Hola, Mateo! —le gritó una pequeña ardilla con gafas.
— ¿Eh? ¿Cuánto tiempo sé que estoy aquí? —preguntó asombrado.
— No hay tiempo en estos lugares —dijo la ardilla—. Tu imaginación es el límite. Aquí podés hacer lo que quieras.
Mateo, entusiasmado, empezó a explotar su creatividad. Hizo que el sol danzara en el cielo y que los árboles cantaran canciones alegres. Sin embargo, a medida que se adentraba más en este mundo onírico, se dio cuenta de que las criaturas del bosque tenían un problema: el río de cristal que necesitaban para sobrevivir se estaba secando.
— ¿Cómo podemos ayudar? —preguntó Mateo a la ardilla.
— Necesitamos encontrar la Fuente de los Deseos, que está custodiada por un dragón —respondió ella.
Sin pensarlo dos veces, Mateo decidió emprender la aventura junto a su nueva amiga. Juntos, emprendieron el viaje hacia la cueva del dragón. Por el camino, enfrentaron desafíos y obstáculos: una tormenta de nieve que casi los detuvo y un laberinto de espinas que intentaron enredarlos. Pero cada vez que estaban a punto de rendirse, Mateo recordaba que la imaginación es una herramienta poderosa.
— ¡Podemos volar sobre la tormenta! —dijo Mateo de repente. Al decir esto, imaginó unas alas doradas en su espalda. En un instante, comenzó a levitar, llevando a la ardilla con él.
Pronto llegaron a la cueva del dragón. Al entrar, vieron al dragón durmiendo sobre un montón de tesoros.
— ¡Despertá! ¡Tenés que escuchar nuestro mensaje! —gritó la ardilla.
El dragón, sorprendido, se despertó y se ajustó las escamas brillantes.
— ¿Quiénes son ustedes, intrusos de mis sueños? —rugió, pero su voz era suave, casi melódica.
Mateo, con valentía, se acercó y dijo:
— Venimos en busca de la Fuente de los Deseos. El río de cristal se está secando y las criaturas del bosque lo necesitan para vivir.
El dragón lo miró con curiosidad.
— ¿Por qué debería ayudarles? —preguntó, inclinando la cabeza.
— Porque juntos podemos hacer algo maravilloso que beneficie a todos, sin esperar nada a cambio. ¡Solo con la fuerza de nuestra amistad y esperanza! —contestó Mateo, con determinación.
El dragón, conmovido por las palabras de Mateo, decidió ayudarles.
— Está bien, buscaremos la fuente juntos. Pero deben prometerme que nunca dejarán de soñar —dijo el dragón.
Así, volaron juntos hacia la Fuente de los Deseos, un hermoso manantial que emanaba luces de colores. Cuando llegaron, Mateo pidió un deseo: que el río de cristal volviera a fluir. Entonces, la fuente comenzó a brillar intensamente y el agua brotó, llenando el río y revitalizando el bosque.
Mateo y sus amigos celebraron, sabiendo que habían logrado algo increíble. Al regresar a casa, Mateo despertó de su sueño, con una sonrisa en su rostro y con una gran lección aprendida: la amistad, la imaginación y la esperanza son las claves para resolver cualquier problema.
Desde aquel día, Mateo siguió inventando mientras compartía sus sueños con quienes lo rodeaban, recordando siempre que lo imposible es posible si uno se lo propone junto a sus amigos.
FIN.