La Máquina de los Sueños
Era un día soleado en el aula de 4 años del Jardín de Infantes "Los Pequeños Soñadores". Los niños jugaban y reían hasta que un zumbido misterioso resonó por todo el salón. Todos voltearon a ver de dónde venía el ruido y, para su sorpresa, una enorme máquina de color azul brillante apareció en la zona de asamblea.
"¡Mira, mirá!" - gritó Lucía, saltando de emoción. "Es la Máquina de los Sueños!"
"¿Qué hace?" - preguntó Mateo, con los ojos abiertos de par en par.
"¡No sé! Pero se ve increíble!" - dijo Santiago, acercándose con cautela.
La maestra Mariana se acercó a la máquina y sonrió.
"Hola, amiguitos, hoy vamos a usar esta máquina mágica para escribir nuestros sueños, lo que quieren ser de grandes. Luego, ¡nos traerá a unos invitados especiales!"
Los niños, llenos de entusiasmo, se acercaron a la máquina con lápices y papeles en mano. Uno a uno, escribieron sus deseos.
"Yo quiero ser astronauta!" - exclamó Valentina, mientras metía su papelito en la ranura de la máquina.
"Yo quiero ser veterinario porque amo a los animales!" - dijo Miguel, con determinación.
"Quiero ser chef y cocinar las mejores pizzas del mundo!" - soltó Tomás, frotándose las manos.
Cuando todos terminaron de escribir, la máquina comenzó a sonar y a girar. Los niños miraban expectantes, esperando el resultado. De repente, una luz brillante iluminó el aula y, en un abrir y cerrar de ojos, aparecieron tres familiares: la mamá de Lucía, que era doctora, el papá de Mateo, un médico cirujano, y la abuela de Valentina, que trabajaba en el hospital como enfermera.
"¡Bienvenidos!" - dijo la maestra Mariana con una gran sonrisa. "¿Pueden contarnos sobre sus profesiones?"
Los familiares sonrieron y se mostraron felices de compartir su conocimiento con los niños.
"¡Claro!" - dijo la mamá de Lucía. "Ser doctora es ayudar a las personas a sentirse mejor. Siempre me gusta aprender y cuidar la salud de quienes me rodean."
"Y yo, como cirujano, realizo operaciones para que la gente cure sus problemas de salud. Es un trabajo muy importante, pero también requiere mucho estudio y dedicación." - explicó el papá de Mateo.
"Incluso yo, como enfermera, ayudo a los doctores y cuido a los pacientes. Siempre trato de hacerlos sentir cómodos y tranquilos." - añadió la abuela de Valentina.
Los niños escuchaban con atención, pero Mateo tenía una pregunta.
"¿Es difícil ser médico?" - inquirió, frunciendo el ceño.
La mamá de Lucía se agachó al nivel de los niños.
"A veces es complicado, pero si te apasiona, siempre es posible. Lo más importante es nunca dejar de aprender y creer en uno mismo."
Después de escuchar las historias, los tres familiares decidieron realizar algunos talleres.
"¡Vamos a hacer un pequeño taller de primeros auxilios!" - anunció el papá de Mateo. "¿Listos para aprender?"
Los niños se iluminaron y se agruparon entusiasmados. Empezaron a practicar cómo ayudar a un amigo que se caía, usando vendas de juguete y risas.
"¡Esto es divertido!" - gritaba Robin, mientras vendaba la mano de Santiago.
Luego, la mamá de Lucía los guió a un área donde podían hacer una ‘consulta médica’.
"Imaginemos que tienen un paciente, ¿quién quiere ser el doctor?" - preguntó mientras todos levantaban la mano.
"¡Yo, yo!" - exclamó Tomás, poniéndose un estetoscopio de juguete.
No obstante, justo cuando todos estaban disfrutando, la máquina comenzó a vibrar de nuevo.
"¿Qué pasará ahora?" - preguntó Valentina, atenta a la máquina.
La máquina lanzó un papelito que decía: "¡El próximo día, vengan disfrazados de lo que quieren ser de grandes!". Los niños se miraron con emoción y comenzaron a hablar entre ellos.
"¡Voy a ser astronauta y tendré un traje brillante!" - dijo Valentina entusiasmada.
"Yo quiero ser doctor y llevar una bata blanca!" - afirmó Mateo, decidido.
De vuelta en casa, cada uno comenzó a hacer planes sobre cómo se vestirían. Así, el día siguiente llegó y el aula se llenó de sueños coloridos. Todos estaban disfrazados y emocionados.
"¡Qué bien que se ven todos!" - aplaudió la maestra Mariana. "Entonces, ¿cada uno cuenta de su profesión soñada?"
Los niños compartieron sus historias, y al final, todos aprendieron que no importa lo que quieran ser, lo importante es tener sueños y seguirlos con alegría y esfuerzo.
"Gracias, máquina de los sueños!" - gritaron todos, mientras la máquina se apagaba suavemente, dejando atrás risa y creatividad.
Y así, en el Jardín de Infantes "Los Pequeños Soñadores", la magia de los sueños permaneció en cada uno de ellos, recordándoles que siempre es posible alcanzar lo que uno desea.
FIN.