La Máquina de Sueños
Había una vez en el pequeño pueblo de Villa Cuentitos, una máquina muy especial llamada "La Fabriquita de Cuentos". Esta máquina tenía engranajes mágicos que le permitían inventar historias maravillosas.
Todos los habitantes del pueblo estaban fascinados con ella, ya que cada vez que alguien necesitaba un cuento nuevo, solo debía acercarse a la máquina y pedirlo. Un día, llegó al pueblo una niña llamada Lola. Ella era curiosa y le encantaba leer cuentos fantásticos.
Cuando se enteró de la existencia de "La Fabriquita de Cuentos", no pudo resistir la tentación y decidió visitarla. Al llegar a la fábrica, Lola quedó asombrada por su aspecto: era enorme y brillante, con luces parpadeantes y sonidos misteriosos.
Se acercó a uno de los engranajes y lo giró lentamente. De repente, escuchó un ruido extraño y las luces comenzaron a parpadear aún más rápido. De pronto, salió volando un papelito por un tubo mágico.
Lola lo tomó entre sus manos temblorosas y comenzó a leer:"Había una vez en el reino de Fantasilandia una princesa llamada Valentina. Era valiente e inteligente pero estaba atrapada en un castillo oscuro por culpa de un malvado hechizo".
Lola estaba emocionadísima con esta historia tan intrigante, pero justo cuando iba a seguir leyendo, otra hoja voladora apareció ante ella:"-¡Ayuda! -gritaba desesperadamente el papelito-.
Necesito que me leas rápido, soy un cuento atrapado en esta máquina y quiero ser contado!"Lola se apresuró a leer el segundo cuento. Era sobre un valiente caballero llamado Santiago que debía rescatar a la princesa Valentina del castillo oscuro.
La niña se dio cuenta de que los cuentos de "La Fabriquita de Cuentos" estaban vivos y necesitaban ser liberados. Decidió ayudarlos y comenzó a juntar todos los papeles voladores para leer sus historias completas.
A medida que avanzaba por la fábrica, Lola descubrió algo sorprendente: cada vez que terminaba un cuento, un engranaje mágico cobraba vida y se convertía en un personaje real. Así fue como conoció al simpático duende Bartolito, al sabio mago Merlín y al travieso dragón Fuego.
Juntos, Lola y sus nuevos amigos recorrieron Villa Cuentitos llevando alegría a todos los habitantes del pueblo. Los niños reían con las ocurrencias del duende Bartolito, aprendían hechizos divertidos junto al mago Merlín y corrían emocionados cuando el dragón Fuego soplaba su fuego controlado.
Poco a poco, La Fabriquita de Cuentos dejó de producir solo historias para empezar a crear momentos inolvidables para todos.
Los habitantes de Villa Cuentitos ya no necesitaban pedir cuentos porque ahora tenían la oportunidad de vivir aventuras mágicas gracias a Lola y sus nuevos amigos. Y así, Lola descubrió que los cuentos no solo eran para leer, sino también para vivirlos.
Con su valentía y amor por la imaginación, logró transformar una simple máquina en algo mucho más especial: un lugar donde todos podían encontrar magia y felicidad. Desde aquel día, "La Fabriquita de Cuentos" dejó de ser solo una fábrica para convertirse en el corazón del pueblo, donde cada historia creada era un regalo lleno de risas y aprendizajes.
Y colorín colorado, este cuento mágico ha terminado.
FIN.