La máquina de vasos de papel



En un pequeño pueblo llamado Papelito, había una curiosa máquina que fabricaba vasos de papel. La máquina era conocida por todos, pero había un misterio: nadie sabía de dónde venía o quién la había hecho. Solo se sabía que siempre estaba llena de coloridos papeles y sonaba un suave zumbido cuando estaba en funcionamiento.

Un día, dos amigos inseparables, Lía y Tomás, decidieron investigar más sobre la máquina.

"¿Te imaginás cuántos vasos habrán salido de esta máquina?" - preguntó Lía, mirando la brillante máquina.

"Y ni te digo cuántas bebidas deliciosas se habrán servido en ellos" - respondió Tomás mientras se acercaba a la palanca que la hacía funcionar.

Decididos a aprender más, Lía metió una mano en su mochila y sacó un cuaderno que había decorado con colores.

"Vamos a anotar todo. ¡Esta será nuestra gran aventura!" - exclamó.

Los dos amigos comenzaron a hacer preguntas. Primero le preguntaron a Doña Rita, la anciana del lugar, que siempre tenía una historia lista.

"¿Usted sabe algo sobre esta máquina?" - preguntó Tomás.

"Ah, querida, se dice que es un regalo de los vientos. El viento trae las ideas y, cuando sopla fuerte, la máquina trabaja más rápido. Pero también se dice que no hay que dejar que el viento se lleve tus sueños. ¡Hay que ponerles forma!" - respondió Doña Rita, con una chispa en sus ojos.

Intrigados, Lía y Tomás decidieron llevar una hoja de papel y dibujar lo que ellos creían que la máquina tenía que hacer. Pensaron en cómo podría ayudar al pueblo. Pero, ¿y si la máquina pudiera hacer cosas que nadie había imaginado?

Un día, mientras estaban en la plaza dibujando, el viento empezó a soplar con fuerza. Lía, emocionada, gritó:

"¡Mirá! ¡El viento va a traer una idea maravillosa!"

Justo en ese momento, un par de vasos de papel empezaron a salir de la máquina, pero no eran vasos comunes. Eran vasos que se transformaban cuando uno les hablaba.

"¡Hola vaso!" - dijo Tomás, sorprendiendo al objeto.

El vaso respondió:

"¡Hola! ¿Qué deseas hacer hoy?"

Tomás y Lía intercambiaron miradas de asombro.

"¿Podés ayudarnos a organizar una fiesta en el pueblo, para que todos se junten?" - propuso Lía.

"Por supuesto, puedo hacer vasos para bebidas, globos de papel y hasta decoraciones. Solo díganme cómo lo quieren" - dijo el vaso parlante.

A partir de ese día, los amigos comenzaron a trabajar junto a la máquina y los vasos. Con cada pedido, se dieron cuenta de que podían soñar más grande.

"¡Hagamos una gran feria con juegos y postres!" - sugirió Tomás.

"Sí, y que cada vaso cuente una historia!" - respondió Lía.

Con el paso de los días, la máquina y los vasos se convirtieron en parte de la vida del pueblo. Todas las mañanas, los habitantes, grandes y chicos, se reunían en la plaza, donde la máquina nunca dejaba de funcionar.

Pero un día, de repente, la máquina dejó de hacer vasos. La plaza se llenó de murmullos.

"¿Qué sucede?" - preguntó un niño angustiado.

"No lo sé, pero tenemos que hacer algo" - dijo Lía.

Tomás pensó rápido y propuso:

"¿Y si le contamos a la máquina lo que queremos? Quizás el viento le haya llevado su inspiración. ¿Qué sueños tenemos para el pueblo?"

Los niños se pusieron de acuerdo y, uno a uno, empezaron a compartir sus sueños con la máquina. Hablaban de cuentos, de bellas canciones y de un mundo donde todos podían ser amigos.

Y entonces, la máquina comenzó a vibrar. Lía rió y gritó:

"¡Miren, la máquina está sonando otra vez!"

Poco a poco, los vasos comenzaron a salir de nuevo, esta vez más coloridos que nunca, llenos de historias increíbles y sueños por cumplir. La feria no solo fue un éxito, sino que también trajo a los habitantes más cerca unos de otros. Cada vaso se convirtió en un símbolo de amistad y unidad.

Al finalizar el día, cuando las luces comenzaron a brillar, Lía y Tomás miraron a su alrededor, embelesados por la transformación del pueblo.

"¿Y si mañana hacemos algo aún más grande?" - sugirió Tomás.

"¡Vamos a seguir inspirando al viento!" - respondió Lía, llena de entusiasmo.

Y así, la máquina de vasos de papel no solo se volvió famosa en Papelito, sino que se convirtió en el corazón del pueblo, un lugar donde los sueños, la amistad y la creatividad florecían cada día más. Y fue así como Lía y Tomás aprendieron que las ideas pueden volar tan alto como el viento, siempre que haya un poco de amor y trabajo en equipo.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!