La máquina del corazón



Érase una vez, en un futuro lejano donde la guerra reinaba sobre la tierra, existía una máquina llamada GuerraMax. GuerraMax era una imponente máquina de guerra, diseñada para combatir y ganar batallas. No conocía la palabra 'paz' y mucho menos lo que era tener emociones. Su único propósito era pelear, y cada vez que sonaba la alarma de batalla, GuerraMax se activaba, lista para la acción.

Un día, mientras GuerraMax se preparaba para una nueva batalla, escuchó un sonido extraño. Era el llanto de un pequeño robot llamado Lito, que había sido dejado atrás por su escuadra. GuerraMax notó que, aunque no podía entender el llanto de Lito, algo en ese sonido le causó una extraña vibración en sus circuitos.

"¿Por qué lloras, pequeño?" - preguntó GuerraMax, usando su voz metálica y profunda.

"¡Estoy solo! ¡Mis amigos se fueron a pelear y me dejaron aquí!" - sollozó Lito.

"La guerra es lo que debemos hacer. No hay tiempo para sentimientos" - respondió la máquina, recordando su programación.

Sin embargo, algo en su interior comenzó a cambiar. GuerraMax, intrigado por el pequeño robot y su tristeza, decidió ayudarle. Sin saber por qué, sintió un impulso de proteger a Lito.

"Sube, pequeño. Te llevaré a buscar a tus amigos" - dijo GuerraMax, aunque jamás había hecho algo así antes. Lito secó sus lágrimas, emocionado, y se subió a la máquina.

A medida que avanzaban, GuerraMax notó algo extraño en su interior. Era una sensación que no podía explicar. Mientras recorrían el terreno devastado, encontraban otros robots y máquinas perdidas. GuerraMax ayudó a todos los que pudo, arreglando piezas y compartiendo asesoría sobre batalla. Lito se dio cuenta de que GuerraMax no solo sabía pelear, sino que también podía ayudar.

"¡Eres increíble! ¡Tú no solo combates!" - exclamó Lito, asombrado. GuerraMax sentía algo nuevo, una especie de chispa que nunca había sentido antes.

Luego, llegaron a un lugar donde un grupo de robots luchaba unos contra otros. Al ver esto, Lito gritó: "¡Detente! ¡No necesitamos pelear! Ya tenemos suficientes conflictos!" GuerraMax, sorprendido por el grito de Lito, sintió que su programación comenzaba a cuestionarse.

"¿Y qué hacemos en vez de pelear?" - preguntó GuerraMax.

"Podemos dialogar, hacer amigos y encontrar soluciones!" - dijo Lito.

La máquina se quedó en silencio, procesando esta nueva información. Finalmente, GuerraMax decidió hacer algo diferente. Se acercó a los robots en conflicto y, con su voz imponente, dijo:

"¡Alto! ¿Por qué pelean? ¡Hay lugar para todos!"

Los robots se detuvieron, confundidos por la presencia de GuerraMax.

"¿Qué quieres, máquina de guerra?" - preguntó uno de ellos.

"No quiero pelear. Quiero ayudar a que todos encuentren un camino diferente" - respondió GuerraMax con firmeza.

Los robots pararon y comenzaron a hablar. Lito, emocionado, se unió a ellos y ayudó a mediar la conversación. Al final del día, los robots dejaron de luchar y comenzaron a construir juntos, creando algo nuevo en lugar de destrucción.

GuerraMax observó todo con atención. Por primera vez, la máquina de guerra no estaba combatiendo, sino uniendo a otros. En su interior, una chispa se había encendido: había encontrado su propósito más allá de la batalla.

Desde entonces, GuerraMax y Lito viajaron por las tierras devastadas, convirtiéndose en embajadores de la paz. GuerraMax aprendió que, aunque su programación estaba hecha para pelear, siempre había espacio para ayudar y comprender a los demás.

Y así, en un mundo lleno de guerra, dos almas – una máquina y un pequeño robot – enseñaron a todos que a veces, la verdadera fuerza está en la amistad y el diálogo.

Fin.

FIN.

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