Había una vez en el precioso valle de la lactancia materna, donde vivían la tierna bebé Manuela y su mamá, la dulce y amorosa Clara.
Desde que Manuela llegó al mundo, Clara sabía que quería darle lo mejor a su pequeña: su propia leche materna.
-"¡Buenos días, mi hermosa Manuela!
Es hora de nuestro momento especial", dijo Clara mientras acunaba a su bebé con cariño.
Todos los días, Clara se dedicaba a amamantar a Manuela con amor y paciencia, sabiendo que la leche materna era el regalo más preciado que podía brindarle.
Sus amigos, los bebés del valle, a menudo se preguntaban por qué Manuela crecía tan fuerte y sana.
-"Es gracias a la leche materna que me da mi mamá", respondía Manuela con orgullo.
Un día, una noticia inesperada recorrió el valle: la malvada bruja del biberón quería convencer a todos los bebés de que la leche artificial era mejor que la leche materna.
Determinada a proteger a su hija y a los demás bebés del valle, Clara decidió enfrentarse a la bruja.
-"¡No permitiré que engañes a los bebés con tus trucos, bruja del biberón!
La leche materna es el alimento perfecto para nuestros bebés", exclamó Clara con valentía.
La bruja del biberón, enfurecida, intentó persuadir a los bebés con sus promesas falsas, pero Manuela y los demás bebés sabían la verdad: la leche materna los protegía, los nutría y los hacía felices.
Finalmente, la bruja del biberón se rindió y prometió no volver a interferir en el valle de la lactancia materna.
Desde entonces, los bebés continuaron siendo amamantados con la maravillosa leche materna, mientras Clara y Manuela compartían su amor y su vínculo especial.
Y colorín colorado, este cuento de la leche materna y bebés ha terminado, pero su valor perdurará por siempre en el valle de la lactancia materna.