La Mariposa Azul de Aina



Aina era una niña de ocho años llena de curiosidad. Amaba jugar en el jardín y ayudar a su abuela a cuidar de las flores. Siempre que veía una mariposa, corría feliz a contarle a su abuela sobre sus colores y formas.

Un día, mientras Aina estaba en la escuela, recibió una noticia que le partió el corazón. Su querida abuela había fallecido. Al saber esto, Aina se sintió perdida, como si una parte de ella se hubiera desvanecido en el aire.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, miró por la ventana y vio que no había mariposas volando. "¿Dónde están?"- se preguntó. Su corazón se sentía pesado y lleno de confusión. No solo estaba triste, también estaba enojada, asustada y sola.

A la mañana siguiente, Aina se sentó en la mesa del desayuno sin ganas de comer. Su mamá, notando su tristeza, se acercó y le dijo: "Aina, sé que estás pasando por un momento difícil. ¿Quieres hablar de ello?"-

"No, no quiero hablar..."- replicó Aina con lágrimas en los ojos.

"Está bien, pero recuerda que estamos aquí para apoyarte"- respondió su mamá con ternura.

Días pasaron y Aina seguía sintiéndose perdida. No podía quitarse de la cabeza la idea de que nunca volvería a ver a su abuela. Así que decidió compartir sus sentimientos con su papá. "Papá, la abuela ya no está y me duele mucho..."-

"Entiendo, Aina. Es normal sentirse así. A veces, el corazón puede no saber qué hacer con tanto sentimiento. Pero hablarlo puede ayudar. ¿Te gustaría recordar algunas cosas divertidas que hiciste junto a ella?"-

Aina pensó por un momento y luego sonrió levemente. "Sí, me gustaría recordar las veces que hicimos galletas juntas"- dijo con nostalgia.

Siguiendo el consejo de su papá, Aina empezó a compartir varias memorias. Recordó cómo su abuela le contaba historias sobre las flores y cómo siempre le decía que cuando una mariposa azul volara, significaba que ella estaría siempre a su lado.

Un rito especial comenzó a formarse en la familia. Cada noche, después de contar historias, Aina y su papá salían al jardín a mirar las estrellas y buscaban mariposas. Aunque no aparecieron de inmediato, Aina se sintió un poco mejor cuando comenzó a hablar de su abuela como si estuviera presente. "Me gustaría ver una mariposa azul, papá"- decía a menudo.

Una tarde, mientras Aina jugaba sola en su jardín, notó un destello de azul entre las flores. Corrió hacia allá y, para su sorpresa, vio una hermosa mariposa azul posándose sobre una de las flores.

"¡Mirá, papá!"- gritó con alegría.

Su papá salió corriendo y la abrazó con emoción. "Es hermosa, Aina, ¡dame tu mano!"- Se sentaron juntos en el césped mientras observaban a la mariposa danzar alrededor de ellos.

Aina sonrió, sintiendo que su abuela estaba con ella en ese momento, como siempre se lo había prometido. "La abuela siempre estará a mi lado, ¿verdad?"- le preguntó a su papá.

"Así es, mi amor. Y cada vez que veas una mariposa azul, sabrás que está cuidando de ti"- respondió él, con una sonrisa.

Desde ese día, cada vez que Aina veía una mariposa azul, su corazón se llenaba de alegría y recuerdos felices. Aprendió que podía sentir tristeza y felicidad al mismo tiempo, como si ambas emociones fueran colores en una misma pintura.

Con el tiempo, Aina entendió que el amor de su abuela nunca se iría, y que todos los momentos vividos juntas siempre serían parte de ella. La mariposa azul se convirtió en un símbolo de amor y recuerdo, y Aina nunca olvidó que siempre podría encontrar consuelo al hablar de lo que sentía.

El vínculo con su familia se fortaleció, y Aina se dio cuenta de que no estaba sola. Hablar sobre lo que sentía la ayudó a sanar y, de vez en cuando, cuando el viento soplaba, ella sonreía al saber que su abuela la seguía acompañando en forma de mariposa azul.

FIN.

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