La Mariposa de la Montaña



Era un hermoso día de primavera en el pequeño pueblo de Valle Verde, donde vivían María y Juan, dos amigos inseparables. Se conocían desde muy pequeños y pasaban casi todos los días explorando la naturaleza que los rodeaba.

Un día, mientras jugaban cerca del río que serpenteaba a través del pueblo, María miró al cielo y exclamó:

"¡Mirá, Juan! ¡Ahí viene una mariposa!"

Juan levantó la vista y vio cómo la mariposa danzaba entre los rayos del sol. Sus colores vibrantes iluminaban el aire.

"¡Qué hermosa! ¿Te imaginás cómo sería volar como ella?" dijo Juan, intrigado.

Decidieron seguir a la mariposa, que parecía tener una misión especial. Cruzaron el río, saltando de piedra en piedra, y continuaron su camino por un sendero que llevaba hacia la montaña.

Después de un rato, llegaron a un enorme árbol que se alzaba orgulloso, su copa llena de hojas verdes y sus ramas extendidas como brazos. La mariposa se posó en una de las ramas más altas.

"¡Mirá! Ella sabe que este árbol es su hogar," comentó María, sonriendo.

"Sí, pero ¿cómo llegamos hasta ella para ver sus colores de cerca?" respondió Juan, mirando hacia arriba, un poco preocupado.

Entonces, tuvieron una idea: ¡podían construir una especie de escalerita con ramas y hojas! Juntos, comenzaron a buscar ramas caídas por el suelo y a apilarlas.

Mientras trabajaban, María dijo:

"¿Sabes? A veces siento que los árboles son como nosotros. Tienen raíces que los sostienen, pero también buscan la luz del sol para crecer."

Juan asintió y agregó:

"Y a veces necesitamos un poco de ayuda de nuestros amigos para conseguirlo, ¿no?"

De repente, escucharon un ruido detrás de ellos. Era un pequeño grupo de niños del pueblo que los había estado observando.

"¿Qué están haciendo?" preguntó uno de ellos, curioso.

"¡Estamos construyendo una escalera para ver la mariposa!" respondió María, emocionada.

"¿Nos dejan ayudar?" preguntó una niña con una sonrisa brillante.

Los niños se unieron al proyecto, y en poco tiempo, la espectaculares escalerita estaba lista. Todos juntos miraron hacia arriba, esperando ver a la mariposa.

Cuando la mariposa se posó nuevamente sobre la rama, todos aplaudieron. Pero luego, algo inesperado sucedió. La mariposa aleteó a un lado, como si quisiera guiarlos hacia algo más.

"¿Deberíamos seguirla?" sugirió Juan.

"¡Sí!" gritaron todos al unísono.

Siguiendo a la mariposa, llegaron a un claro en la montaña donde el sol iluminaba todo de forma mágica. Allí, entre flores y luces, había un paisaje impresionante que jamás habían visto. Se sentaron en la hierba, admirando el espectáculo.

"¿Vieron lo que la mariposa hizo? Nos guió a un lugar increíble," dijo María, con los ojos brillantes.

"Esto demuestra que a veces, lo que parece ser una simple mariposa puede llevarnos a aventuras maravillosas," añadió Juan.

En ese momento, los niños comprendieron que la amistad, la curiosidad y la naturaleza estaban unidas en una gran aventura. Decidieron volver al pueblo y contarle a todos sobre su jornada y el mágico claro que habían descubierto.

Mientras bajaban de la montaña, María miró a sus amigos y afirmó:

"Cada día es una oportunidad de aprender y explorar, ¡y siempre que estemos juntos, las aventuras serán aún más emocionantes!"

Con el corazón lleno de alegría y completamente empapados de la magia del día, regresaron al pueblo, dispuestos a compartir su historia y a seguir explorando la belleza de su entorno. Y así, la mariposa y un día de amistad se convirtieron en un recuerdo que llevarían para siempre en su corazón.

FIN.

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