La mariposa sanadora



Había una vez un niño llamado Mateo que tenía 4 años. Mateo era un niño muy alegre y divertido, pero desde que su hermanito Tomás llegó al mundo, empezó a sentir celos.

Tomás era un bebé adorable y todos en la familia estaban muy emocionados por su llegada. Pero Mateo se sentía desplazado, pensaba que ya nadie le prestaba atención como antes.

A veces, cuando sus papás estaban ocupados cuidando a Tomás, Mateo se sentía solo y triste. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, encontró una mariposa herida. Sin pensarlo dos veces, decidió llevarla dentro de una caja para sanarla y cuidarla. Le puso agua y flores frescas todos los días.

Mateo pasaba horas observando cómo la mariposa se recuperaba poco a poco. La veía volar alrededor de la caja con tanta alegría y libertad que comenzó a sentirse feliz también.

Se dio cuenta de que él también podía ser libre como esa mariposa si dejaba de lado sus celos. Un día, cuando Tomás estaba durmiendo la siesta, Mateo decidió soltar a la mariposa en el jardín para que pudiera volar libremente.

Observando cómo se alejaba hacia el cielo azul, sintió una gran paz en su corazón. A partir de ese momento, Mateo entendió que los celos no eran buenos para él ni para su relación con Tomás.

Comenzó a buscar formas de pasar tiempo junto a su hermanito y compartir momentos especiales juntos. Una tarde mientras jugaban en el parque, Mateo notó que Tomás se había perdido. Se llenó de preocupación y empezó a buscarlo por todas partes.

Después de un buen rato, lo encontró sentado en un banco llorando. "¿Qué te pasa, Tomás?"- preguntó Mateo con angustia. Tomás sollozaba y señalaba hacia un árbol donde su peluche favorito estaba atrapado en una rama alta.

Mateo sabía que tenía que hacer algo para ayudar a su hermanito. Sin pensarlo dos veces, se subió al árbol como si fuera un verdadero superhéroe y rescató el peluche. Tomás lo abrazó fuertemente y le dio las gracias a su hermanito mayor.

Ese día, Mateo comprendió la importancia de ser valiente y estar allí para los demás. A partir de ese momento, los celos desaparecieron por completo. Él y Tomás se convirtieron en los mejores amigos del mundo.

Desde entonces, Mateo aprendió a compartir sus juguetes con su hermanito y disfrutaban juntos de nuevas aventuras cada día. Los papás de Mateo también notaron cómo había cambiado su actitud hacia Tomás y estaban muy orgullosos de él.

Así es como Mateo descubrió que no hay nada más importante que el amor entre hermanos y que cada uno tiene un lugar especial en la familia. Y así vivieron felices todos juntos, creciendo como una familia llena de amor y comprensión. Fin

FIN.

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