La Mariposa y el Gato



En un tranquilo jardín de la ciudad de Buenos Aires, vivía una mariposa llamada Lila. Lila era una mariposa de colores vibrantes, con alas rojas, amarillas y azules que brillaban al sol. Ella pasaba sus días revoloteando entre las flores y charlando con sus amigas las hojas y los pétalos. Pero había algo que Lila deseaba con todo su corazón: conocer el mundo más allá del jardín.

Un día, mientras descansaba sobre una margarita, Lila vio a un gato negro llamado Simón, que estaba sentado sobre la cerca del jardín. Simón tenía una mirada curiosa y un pelaje lustroso. Lila se acercó volando y le dijo:

- ¡Hola! Soy Lila, la mariposa. ¿Cómo te llamas?

- Hola, Lila. Soy Simón, el gato. He estado observando tus danzas en el aire. ¿Te gustaría mostrarme cómo vuelas?

Lila, emocionada, comenzó a revolotear alrededor de Simón.

- ¡Mirá cómo muevo mis alas! ¡Es como bailar con el viento!

Simón aplaudió con sus patas y dijo:

- ¡Eso es hermoso! Pero, ¿no te gustaría salir de este jardín y ver otras cosas?

Lila parpadeó, intrigada por la idea.

- Claro que sí, pero... ¿y si me pierdo?

Simón rió suavemente y dijo:

- No te preocupes. Yo sé cómo cuidar de los amigos. ¡Vamos a explorar juntos!

Así, Lila decidió seguir a Simón fuera del jardín. La mariposa volaba alto mientras Simón saltaba ágilmente por los caminos. Juntos, llegaron a un parque donde había grandes árboles, un lago y muchos otros animales.

- ¡Mirá lo que he encontrado! - gritó Simón mientras corría hacia un grupo de patos.

Lila se posó sobre una hoja cerca del lago. Y mientras observaban cómo nadaban los patos, notaron que uno de ellos parecía estar en problemas.

- ¡Ese pato no puede salir del agua! - exclamó Lila.

- No puedo saltar al agua, pero puedo ayudar - dijo Simón mientras pensaba.

- ¡Yo puedo volar! - dijo Lila entusiasmada. - Voy a avisar a los otros patos para que lo ayuden.

Sin perder tiempo, Lila alzó el vuelo y empezó a volar en círculos sobre el pato en apuros, haciendo que los demás patos se dieran cuenta de la situación. Pronto, un grupo de patos nadó hacia el pato atrapado y lo ayudaron a salir del agua.

Simón sonrió orgulloso:

- ¡Ves que juntos hacemos un gran equipo! -

Pero, al intentar regresar al jardín, se dieron cuenta de que ya no era tan fácil encontrar el camino de vuelta. Se habían alejado demasiado.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? - preguntó Lila, un poco asustada.

- No te preocupes, Lila. Vamos a preguntar a otros animales que conozcan esta parte de la ciudad.

Simón se acercó a un viejo loro que estaba posado en una rama.

- ¡Hola, amigo loro! ¿Sabés cómo volver al jardín que está cerca de la calle Malabrigo?

- Claro que sí - respondió el loro con una voz sabia. - Tomen el camino de tierra, sigan el murmullo del arroyo y pronto verán una gran flor amarilla. El jardín está justo al lado.

Lila y Simón agradecieron al loro y siguieron sus instrucciones. Mientras caminaban, Lila dijo:

- Gracias por ser un buen amigo, Simón. Nunca imaginé que explorar sería tan valioso. He aprendido que las aventuras son mejor con compañía.

- Exactamente, Lila. Y no olvides, también a veces hay que pedir ayuda. Todos podemos ser útiles de una manera u otra - contestó Simón con una sonrisa.

Finalmente, al seguir el arroyo, encontraron la gran flor amarilla que les había indicado el loro. Y, detrás de ella, estaba el pequeño jardín de Lila, radiante con sus flores.

- ¡Lo logramos! - gritó Lila mientras abrazaba a su nuevo amigo.

Y así, la mariposa y el gato regresaron a su hogar, sabiendo que juntos podían enfrentar lo que fuera. Desde ese día, Lila no solo se sintió feliz de explorar, sino que también entendió el valor de la amistad y la importancia de pedir ayuda cuando uno lo necesita. Y así, cada vez que miraba las flores del jardín, recordaba su increíble aventura y sonreía, sabiendo que el mundo estaba lleno de sorpresas para aquellos que se atreven a volar y a explorar juntos.

Fin.

FIN.

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