La mariposa y la gatita rosa
Había una vez, en un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores, una mariposa rosa llamada Lila. Era la mariposa más alegre del jardín y le encantaba volar de una flor a otra, disfrutando del suave perfume y del cálido sol.
Un día, mientras Lila danzaba entre los pétalos, vio a una pequeña gatita blanca, llamada Nieve, vestida con un hermoso vestido rosa. Nieve estaba sentada en una banca del jardín, mirando con curiosidad a las mariposas.
"¡Hola!" - exclamó Lila, acercándose volando.
"¡Hola!" - respondió Nieve, con una sonrisa tímida. "Tu color es muy bonito. Nunca había visto una mariposa de ese color."
"Gracias, tu vestido es encantador. ¿Te gustaría jugar conmigo?" - preguntó Lila, emocionada.
Nieve dudó por un momento. No sabía cómo jugar con una mariposa, pero estaba dispuesta a intentarlo.
"¿Cómo jugamos?" - preguntó la gatita.
"Podemos hacer una carrera. Yo volaré en círculos y tú puedes correr por el jardín. ¡A ver quién llega primero al árbol grande!" - sugirió Lila.
"¡Eso suena divertido!" - exclamó Nieve, moviendo su cola emocionada.
Y así, comenzaron la carrera. Lila volaba rápido y alegre, mientras Nieve corría con todas sus fuerzas, sorprendiendo a las flores que se inclinaban a su paso. Después de mucho esfuerzo, Nieve llegó, un poco cansada, pero feliz.
"¡Ganamos!" - dijo Lila.
"¡Sí! Pero fue muy, muy cansador. Tal vez deberíamos hacer algo más tranquilo ahora." - respondió Nieve, sonriendo.
A medida que pasaban los días, Lila y Nieve se volvieron grandes amigas. Juntas exploraban cada rincón del jardín, recolectando flores y observando a las criaturas que allí vivían. Pero había algo que inquietaba a Nieve. Siempre veía a Lila volar y deseaba poder hacer lo mismo.
Un día, mientras jugaban, Nieve observó a Lila revoloteando entre las flores y dijo:
"Ojalá pudiera volar como vos, Lila. Me encantaría sentir el viento bajo mis patas."
Lila la miró y sonrió.
"No te preocupes, Nieve. Cada uno tiene su propio talento, ¡y el tuyo es correr!"
"Pero a veces me siento sola porque no puedo volar."
"Podemos hacer una cosa. A veces, no podemos ser lo que deseamos, ¡pero podemos aprender a disfrutar de lo que somos!" - sugirió Lila. "¿Te acordás de la vez que trepaste el árbol más grande? Parece que volabas cuando mirabas la vista desde arriba."
Nieve recordó esa aventura y asintió con entusiasmo.
"¡Tenés razón!"
Al día siguiente, Nieve decidió explorar su talento y comenzó a trepar árboles en el jardín. Mientras Lila volaba a su alrededor, Nieve se subía más y más alto.
"¡Mirá! ¡Estoy tan arriba, que casi puedo tocar el cielo!" - gritaba feliz Nieve.
Lila aplaudió emocionada desde el aire.
"¡Eso, Nieve! ¡Sos increíble!"
Así, Nieve descubrió que aunque no podía volar como Lila, podía escalar y encontrar una perspectiva diferente. Las dos chicas rosas aprendieron lo valioso que era ser distintas y que cada uno tiene un talento especial.
"Lo importante es disfrutar de lo que somos y apoyarnos las unas a las otras. Lo que yo soy no apaga la belleza de lo que sos vos" - opinó Nieve.
"Exacto. ¡La amistad es lo que realmente nos hace volar alto!" - terminó Lila, animada.
Y así, Lila y Nieve continuaron explorando, jugando y aprendiendo. Comprendieron que cada uno, a su manera, es especial y que la verdadera alegría está en disfrutar y celebrar las diferencias de cada uno. En su hermoso jardín, siempre hubo espacio para una mariposa rosa y una gatita blanca con un vestido rosa, unidas en su amistad.
Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!
FIN.