La Máscara Mágica de Lucas



En un pequeño pueblo, vivía un niño llamado Lucas, un chico curioso y lleno de vida. Un día, mientras exploraba el desván de su abuela, encontró una vieja máscara de madera, tallada con extraños dibujos.

"¿Qué será esto?" - se preguntó Lucas, tomándola entre sus manos.

Al colocársela en la cara, sintió una extraña energía que lo envolvía. Pero enseguida, un sentimiento de incomodidad lo invadió. La máscara no solo cubría su rostro; parecía cambiar su forma de ser.

Se miró en un viejo espejo y quedó sorprendido. La máscara parecía hacerle ver más grande y más rudo.

"¡Mirá lo que encontré!" - le dijo a su mejor amiga, Sofía, mientras se la mostraba.

"Es rara..." - respondió ella, frunciendo el ceño. "Te ves diferente, Lucas. ¿No te hace sentir raro?"

"No sé... sí, un poco. Pero ¿no es genial?"

Entonces, Lucas decidió probarla en la escuela. En el camino, se sentía como un héroe de aventuras, pero al entrar en el aula, las cosas cambiaron.

"¿Qué te pasó, Lucas? Te ves un poco… extraño" - dijo su maestra, la señora Carmen.

Esa frase le dio vueltas en la cabeza. La risa de sus compañeros, que antes eran amigos, se tornó en cuchicheos.

"Mirá a Lucas, parece un extraño con esa cosa en la cara" - dijo uno de sus amigos.

Lucas sintió como si la máscara lo hiciera ver menos él y más un personaje de fantasía. Pero eso no era lo que él quería.

Al día siguiente, después de una noche reflexionando, decidió no usar la máscara más. Le explicó a Sofía:

"A veces, queremos ser algo que no somos. Pero ser yo mismo está bien".

Sofía sonrió y le dio un abrazo.

"Exacto, amigo. Eres especial tal como sos, no necesitas una máscara para serlo".

Lucas devolvió la máscara a su abuela, quien sonrió y dijo:

"Cada uno debe brillar con luz propia, Lucas. Esa máscara solo es un disfraz, pero lo que importa es cómo te sientes contigo mismo".

Desde ese día, Lucas decidió ser más auténtico y valiente. Comenzó a compartir sus ideas sin miedo, y descubrió que cuando es él mismo, atrae a amigos verdaderos que lo quieren por quien es.

Y así, hizo nuevos amigos y vivió aventuras reales, llenas de risa y alegría, sin ningún disfraz.

La máscara al final se convirtió en un recuerdo valioso, un recordatorio de que la verdadera magia estaba en ser uno mismo.

"Gracias por ayudarme a descubrir quién soy, abuela" - sonrió Lucas.

FIN.

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