La Mejor Gimnasta del Mundo



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Saltarín, una joven llamada Lila que soñaba con ser la mejor gimnasta del mundo. Desde que era muy pequeña, había comenzado a practicar saltos y acrobacias en el jardín de su casa. Todos los días, emocionada, se deslizaba sobre el césped, haciendo piruetas y giros.

Un día, mientras Lila practicaba, se acercó su mejor amiga, Sofía, con una expresión intrigada en su rostro.

"¿Qué estás haciendo, Lila?" - preguntó Sofía.

"Estoy entrenando para el gran torneo de gimnasia que se celebrará en la ciudad. ¡Necesito ser la mejor!" - respondió Lila, con los ojos brillantes de entusiasmo.

Sofía, siempre con una sonrisa, dijo:

"Podríamos practicar juntas. ¡Sería más divertido!"

"¡Sí! ¡Eso sería genial!" - exclamó Lila.

Y así, las dos amigas comenzaron a practicar todos los días después de la escuela. Lila era talentosa, pero a veces se sentía frustrada cuando no lograba realizar un salto o una pirueta como ella quería.

Un día, mientras entrenaban en el parque, conocieron a un anciano que observaba desde una banca. Era Don Alberto, un ex-gimnasta famoso. Al verlas, se acercó y les dijo:

"Hola, chicas. He visto que están practicando. Les puedo dar algunos consejos, si quieren."

Lila y Sofía se miraron emocionadas y respondieron al unísono:

"¡Claro! ¡Nos encantaría!"

Don Alberto comenzó a mostrarles algunos movimientos y técnicas. Les explicó que la paciencia y la práctica son las claves del éxito.

"Cada vez que se sientan frustradas, recuerden que cada error es una oportunidad para aprender. ¡No se rindan!" - les dijo con una sonrisa alentadora.

Con el tiempo, las chicas mejoraron mucho. Sin embargo, cuando llegó el día del torneo, Lila se sentía nerviosa y no podía concentrarse. En su dormitorio, frente al espejo, se dijo:

"¿Qué pasa si no puedo hacerlo?"

Sofía, que la había escuchado, entró y la animó:

"Lila, recuerda que entrenaste muchísimo. Lo más importante es que te diviertas. ¡Eres increíble!"

"Tienes razón, Sofía. Haré lo mejor que pueda."

El torneo comenzó y Lila observó a otros gimnastas hacer saltos impresionantes. Su corazón latía con fuerza mientras esperaba su turno. Finalmente, llegó su momento. Entró al tapiz y respiró hondo.

Cuando comenzó su rutina, los nervios se desvanecieron. Cada giro y salto fue perfecto, y al finalizar, el público estalló en aplausos.

"¡Eso fue asombroso!" - gritaron desde la tribuna.

Lila sonrió, llena de alegría. Pero cuando entregaron las medallas, a Lila le dieron el segundo lugar. En lugar de sentirse decepcionada, levantó su cabeza y sonrió a todos.

"El segundo lugar es un gran logro. Estoy feliz de haberlo intentado a pesar de mis miedos."

Sofía corrió a abrazarla.

"¡Estás en el camino correcto, Lila! ¡El próximo año serás la mejor!"

Lila miró a Don Alberto entre la multitud y le sonrió. Él le hizo un gesto de aprobación.

"Gracias, Don Alberto. Sus consejos me han ayudado mucho."

Después del torneo, Lila y Sofía continuaron entrenando, ahora más unidas que nunca. Comprendieron que la verdadera victoria no siempre está en el primer lugar, sino en el esfuerzo, la amistad y el amor por lo que hacen.

El siguiente año, Lila salió a competir nuevamente. Esta vez, no solo quería ser la mejor, sino disfrutar cada segundo, aprender de sus errores y seguir creciendo como gimnasta y como persona. Al final de la competencia, sin importar el resultado, supo que ya era la mejor gimnasta del mundo para ella misma.

FIN.

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