La melodía compartida



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un grupo de niños muy talentosos que formaban parte de una orquesta escolar.

Cada día se reunían para practicar y crear hermosas melodías que alegraban a todos los habitantes del lugar. Un día, al llegar a la escuela para su ensayo habitual, los niños se llevaron una gran sorpresa al descubrir que todos sus instrumentos habían desaparecido misteriosamente.

Estaban desesperados, ya que tenían un importante evento programado y no sabían cómo podrían tocar sin sus queridos instrumentos. "¡Qué vamos a hacer ahora? ¡Sin nuestros violines, flautas y trompetas no podemos tocar nuestra música!", exclamó Martina, la líder del grupo.

Los niños pensaron en diferentes soluciones, pero ninguna parecía ser viable. Fue entonces cuando recordaron que en Murcia había otro centro escolar con niños muy talentosos en la música. Decidieron enviarles una carta pidiendo ayuda y explicando su situación.

Para su alegría, recibieron una respuesta positiva de los niños de Murcia. Estos se mostraron dispuestos a ayudar y propusieron encontrarse en un parque cercano para colaborar juntos en la creación de una nueva melodía para el cuento que estaban preparando.

El día acordado llegó y los niños argentinos se encontraron con sus nuevos amigos murcianos. Se sentaron en círculo bajo la sombra de un árbol y comenzaron a compartir ideas e inspiraciones para componer una melodía única y especial.

"¿Y si utilizamos sonidos de la naturaleza como el canto de los pájaros o el murmullo del viento?", sugirió Luisito, uno de los niños argentinos.

"¡Eso es genial! Podríamos agregar ritmos con nuestras palmas y pies para darle más vida", respondió María, una niña murciana entusiasmada. Así, entre risas y creatividad, los niños fusionaron sus ideas y talentos musicales para crear una melodía mágica que reflejaba la amistad entre ambos grupos.

A medida que tocaban juntos, pudieron sentir cómo la música unía sus corazones y les recordaba que no importa qué obstáculos se presenten en el camino; siempre hay formas creativas de superarlos trabajando juntos. Finalmente, llegó el día del evento tan esperado. Los niños subieron al escenario con confianza y alegría.

Al escuchar la melodía creada por ellos mismos, tanto los habitantes del pueblo argentino como los de Murcia aplaudieron emocionados ante tanta belleza musical. Desde ese día, los dos grupos de niños mantuvieron contacto e intercambiaron experiencias musicales regularmente.

Aprendieron que cuando se trabaja en equipo con amor y creatividad, cualquier desafío puede convertirse en una oportunidad para crecer juntos y crear algo maravilloso.

FIN.

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