La melodía de la amistad
Había una vez una niña llamada María que se encontraba sola en la escuela y no tenía amigos. Todos los días, mientras jugaba en el patio, veía a los demás niños correr y reír juntos, pero nadie parecía notarla.
Un día, mientras María caminaba por el pasillo de la escuela, vio un cartel que anunciaba un concurso de talentos. Su corazón dio un vuelco de emoción.
Pensó que tal vez esta sería su oportunidad para brillar y hacer nuevos amigos. María decidió participar en el concurso y comenzó a pensar qué talento podría mostrar. Aunque era tímida, descubrió que le encantaba cantar.
Así que practicó todas las tardes después de la escuela e intentó mejorar sus habilidades vocales. Finalmente llegó el día del concurso de talentos. María estaba nerviosa pero emocionada al mismo tiempo.
Cuando subió al escenario y empezaron a sonar las primeras notas de música, algo mágico sucedió: su voz resonó fuerte y clara por todo el auditorio. Al terminar su canción, todos los niños aplaudieron emocionados y le dieron una gran ovación. María se sintió como si estuviera flotando en las nubes.
Pero lo mejor aún estaba por venir. Después del concurso, varios niños se acercaron a María para felicitarla por su actuación increíble. Uno de ellos era Lucas, un niño muy simpático y amable que también disfrutaba cantar.
"¡Eres genial! ¡Me encantaría cantar contigo algún día!", exclamó Lucas entusiasmado. María sonrió y aceptó la invitación de Lucas. Juntos, empezaron a practicar canciones y a compartir sus talentos en diferentes eventos escolares.
Poco a poco, María fue haciendo nuevos amigos y su vida en la escuela se volvió más emocionante. Un día, mientras caminaban juntos por el patio de la escuela, María vio a otro niño llamado Juan sentado solo en un banco. Juan siempre parecía triste y solitario.
"Lucas, ¿por qué no vamos a hablar con él? Tal vez pueda unirse a nuestro grupo", sugirió María. Lucas estuvo de acuerdo y los dos se acercaron amigablemente hacia Juan. Comenzaron una conversación y pronto descubrieron que tenían muchas cosas en común.
A partir de ese momento, los tres se convirtieron en grandes amigos inseparables. A medida que pasaba el tiempo, María aprendió una gran lección: nunca debemos rendirnos cuando nos encontramos solos o sin amigos.
Siempre hay oportunidades para brillar y hacer nuevos amigos si somos valientes para mostrar nuestros talentos y ser amables con los demás. Desde aquel día, María nunca volvió a sentirse sola en la escuela.
Ella tenía a Lucas y Juan junto a ella, compartiendo risas, aventuras e inolvidables momentos juntos. Y así es como Maria aprendió que todos tenemos algo especial que ofrecer al mundo; solo necesitamos encontrarlo dentro de nosotros mismos y tener el valor de compartirlo con los demás.
FIN.