La Melodía de la Casa Encantada
En un pequeño pueblo olvidado por el tiempo, donde las casas parecían susurrar secretos, vivía una anciana mágica llamada Doña Eloísa. Era conocida por su talento para tocar el piano, y su música tenía el poder de iluminar los corazones de quienes la escuchaban. Sin embargo, había un lugar en el pueblo que todos evitaban: la antigua mansión de los Fernández, conocida como la Casa Encantada.
Una tarde, un grupo de niños aventureros decidió acercarse a la casa.
"¿Escucharon lo que dicen? Dicen que hay fantasmas en la mansión", comentó Lucas, con una mezcla de miedo y emoción.
"Pero también dicen que hay un fantasma bueno que cuida la casa", explicó Martina, que siempre había sido muy curiosa.
Intrigados por la historia, los niños decidieron visitar a Doña Eloísa para preguntarle sobre la casa y su misterioso fantasma. Al llegar a su acogedora casa llena de libros y plantas, la anciana los recibió con una sonrisa.
"¿Qué les trae por aquí, pequeños?", preguntó con su voz suave como una melodía.
"Queremos saber sobre la Casa Encantada y su fantasma bueno", respondieron al unísono.
Doña Eloísa asintió, mirando a los niños con ternura.
"Esa casa es especial. Muchos años atrás, vivió allí una familia llena de amor. Después de una gran tragedia, el espíritu de su hijo, Benjamín, se quedó para cuidar su hogar. Él toca el piano cada vez que escucha una melodía alegre. Eso lo hace sentir feliz".
Los ojos de los niños brillaron al escuchar la historia.
"¿Y si lo escuchamos tocar?", preguntó Sofía, emocionada.
"Podemos intentar", propuso el valiente Mateo, mirando a sus amigos.
Al día siguiente, armados con instrumentos musicales y mucha valentía, decidieron entrar en la Casa Encantada. Con cada paso que daban, el suelo crujía y las paredes parecían temblar.
Una vez dentro, los niños comenzaron a tocar sus instrumentos, alegres y despreocupados. Sorprendentemente, la música empezó a resonar en las habitaciones vacías.
"¡Miren!", gritó Sofía, señalando el piano cubierto de polvo que había cobrado vida bajo la melodía.
De repente, una suave brisa empezó a circular por la sala y, del aire, surgió la figura de un niño con una sonrisa amable.
"Hola, soy Benjamín", dijo con una voz dulce.
"Me alegra que hayan venido. Me encanta la música, me hace sentir vivo nuevamente".
Los niños no pudieron contener la emoción.
"¡Nosotros también amamos la música!", gritaron.
"Vamos a tocar juntos", propuso Lucas, lleno de energía.
Y así lo hicieron, el piano resonaba con acordes que llenaban la casa de luz y vida. Benjamín se unió a ellos, tocando con dedos ligeros. Era como si los ecos de la felicidad del pasado se entrelazaran con las risas de los niños.
"¿Por qué permaneces aquí?", le preguntó Martina, algo preocupada.
"Este lugar fue mi hogar y quiero asegurarme de que siempre haya alegría y música en él. Pero si ustedes siguen tocando con amor, podré descansar tranquilo", respondió el fantasma.
Los niños, conmovidos, prometieron regresar y llenar la casa de música cada semana. Se despidieron de Benjamín con un abrazo etéreo, y se fueron emocionados, con el corazón lleno de dicha.
A partir de ese día, la Casa Encantada dejó de ser un lugar temido. Cada semana, los niños visitaban a Benjamín y juntos creaban melodías que hacían vibrar cada rincón de la mansión. Doña Eloísa se unió a ellos de vez en cuando, trayendo su piano y enseñando nuevos acordes
Con el tiempo, la Casa Encantada se convirtió en el lugar más alegre del pueblo. La historia del fantasma bueno que amo la música se esparció, y la mansión ya no estaba sola.
Los niños aprendieron que, a través de la música, podían conectar con el pasado y hacer felices a los que dejaron huella en este mundo. La magia de la amistad y la música transformó el miedo en amor, y cada nota que tocaban era un paso más hacia la paz y la celebración de la vida.
Desde entonces, no sólo la Casa Encantada se iluminó con melodías, sino también las vidas de todos aquellos que se atrevieron a cruzar su umbral, recordando siempre que la música tiene el poder de unir corazones, incluso más allá de lo que vemos.
FIN.