La melodía mágica de Fuerteventura


En la hermosa isla de Fuerteventura vivía un grupo de niños y niñas muy especiales. Ellos formaban parte del club de música y movimiento, donde cada semana exploraban nuevos sonidos y melodías.

Un día, decidieron embarcarse en una aventura para descubrir los secretos de los instrumentos musicales. El líder del grupo era Tomás, un niño curioso y valiente que siempre estaba listo para nuevas aventuras.

Lo acompañaban su mejor amiga Martina, experta en ritmos y bailes, Lucas, el más creativo a la hora de componer canciones, y Valentina, quien tenía un oído tan afinado que podía reconocer cualquier nota musical al instante.

Un día soleado, los cuatro amigos se adentraron en la selva de la isla en busca de pistas sobre los instrumentos musicales. Mientras caminaban entre árboles frondosos y cantos de aves exóticas, escucharon un sonido misterioso que los llevó hasta una cascada escondida. - ¡Escuchen! ¿Qué será ese sonido? -exclamó Martina emocionada.

Al acercarse a la cascada, descubrieron a una flauta mágica tocando melodías encantadoras. La flauta les contó que pertenecía a la familia de instrumentos de viento, capaces de crear música con el aire que soplaban dentro de ellos.

- ¡Qué maravilla! Nunca había escuchado algo tan hermoso -dijo Valentina admirada. La flauta les habló sobre sus parientes cercanos: el clarinete, el saxofón y la trompeta.

Los niños estaban fascinados por todas las posibilidades que ofrecían los instrumentos de viento para crear música. Decidieron continuar su aventura hacia las montañas nevadas del centro de la isla. Allí encontraron un viejo puente donde resonaban notas profundas y rítmicas. - ¿De dónde vendrá ese sonido? -se preguntaba Lucas intrigado.

Al asomarse por debajo del puente, descubrieron a un violín mágico tocando con pasión sus cuerdas vibrantes.

El violín les explicó que pertenecía a la familia de instrumentos de cuerda, cuyos sonidos se producían al frotar o pulsar las cuerdas tensas con arcos o dedos. Los niños quedaron maravillados por la delicadeza y expresividad del violín. Este les habló sobre otros miembros destacados como el piano, la guitarra y el contrabajo.

Los pequeños exploradores aprendieron cómo cada instrumento tenía su propia voz única pero todos podían complementarse entre sí para crear armonías inolvidables. La última parada en su viaje fue en una playa rocosa donde las olas chocaban rítmicamente contra las piedras.

Entre el sonido del mar distinguieron golpes secos y potentes que venían desde unas rocas cercanas. - ¡Eso parece ser percusión! -exclamó Tomás señalando hacia las rocas. Descubrieron allí a unos tambores mágicos que resonaban con fuerza e energía.

Los tambores les revelaron que formaban parte de la familia de instrumentos percusivos, capaces de producir ritmos usando golpes directamente sobre superficies sólidas o membranas tensadas como parches.

Los niños se dejaron llevar por los ritmos contagiosos de los tambores mientras estos les contaban sobre otros integrantes famosos como las maracas, el xilófono y el bombo. Comprendieron lo importante que era mantener el tiempo y darle vida a la música con diferentes patrones rítmicos creados por los instrumentos percusivos.

Al finalizar su travesía musical por Fuerteventura, los pequeños exploradores regresaron al club llenos de inspiración e ideas para seguir explorando el mundo fascinante de los instrumentos musicales.

Ahora sabían apreciar no solo cómo se escuchaba cada familia instrumental por separado sino también cómo podían combinarlas para crear melodías únicas e inolvidables. Con esta nueva perspectiva musical en sus corazones, Tomás, Martina, Lucas Valentina continuaron creciendo juntos, explorando nuevos horizontes melódicosy compartiendo su amor por la música con todos aquellosque desearan escuchar sus dulces armonías.

Y así,la magia musicalde Fuerteventuranunca dejóde resonaren sus vidas. El fin

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