La Merienda Misteriosa
Era un soleado martes en la Escuela Primaria Los Arcoíris. Los alumnos estaban ansiosos por la hora de la merienda. Sin embargo, esa mañana algo extraño sucedió. Un nuevo alumno había llegado, y parecía que guardaba un gran secreto.
El nuevo chico, Simón, era un poco tímido. Se sentaba solo en una esquina del patio, observando a sus compañeros jugar. Todos los niños estaban emocionados sobre qué merienda compartirían.
"¿Qué te trajiste para la merienda, Simón?" - le preguntó Valentina, una de las más simpáticas del grupo.
"No sé si puedo compartir aún…" - murmuró él, sin mirar a los ojos a sus compañeros.
"Vamos, somos amigos, aquí no hay secretos", - insistió Tomás, siempre el más entusiasta.
La curiosidad de los niños creció, y decidieron hacer un plan para acercarse a Simón. Al día siguiente, cuando la hora de la merienda llegó, todos se juntaron en un círculo cerca de él. La profesora Sandra observaba con una sonrisa mientras los pequeños intentaban hacer sentir a Simón más incluido.
"Nosotros siempre compartimos nuestras meriendas, ¡ven!" - dijo Valentina, señalando un plato lleno de frutas y sandwiches que todos tenían.
"¿Querés probarlas?" - preguntó Tomás.
Simón asintió tímidamente y sacó de su mochila una caja decorada con un dibujo de un dragón. Todos se sintieron intrigados.
"¿Qué hay en esa caja?" - preguntó Pedro, el más curioso del grupo.
"Es un misterio, creo que vale la pena descubrirlo juntos" - respondió Simón, sonriendo levemente.
Sus compañeros se miraron emocionados.
"¡Vamos a abrirla juntos!" - gritó Valentina. Así que, con un poco de esfuerzo, abrieron la caja, y para sorpresa de todos, encontraron un montón de galletitas de colores, pero no eran galletitas comunes; cada una tenía un sabor diferente.
"¡Wow! ¿Cómo hiciste esas galletitas?" - preguntó Tomás, asombrado.
"Son recetas de mi abuela, cada color representa una historia diferente. Esta roja tiene sabor a frutilla y cuenta sobre una aventura en un bosque mágico. La amarilla habla sobre un tesoro escondido en el desierto..." - comenzó a explicar Simón, cada vez más animado, mientras sus amigos lo escuchaban con atención.
Valentina, que siempre había soñado con ser escritora, le dijo a Simón:
"¡Eso es increíble! Puntitos de colores representan un pedacito de tu historia. ¿Podrías contarnos más sobre cada galletita?"
"¡Me encantaría!" - contestó Simón, feliz de compartir con sus nuevos amigos.
A partir de ese momento, cada merienda se convirtió en una sesión de cuentos donde Simón relataba las aventuras relacionadas con sus galletitas mágicas. Todos los niños esperaban con ansias la hora de la merienda para conocer más del mundo que Simón había traído consigo. Incluso comenzaron a hacer sus propias historias y meriendas, inspirados por su nueva amistad.
Pero un día, mientras estaban en el patio, una ráfaga de viento fuerte hizo volar las galletitas por los aires. Todos gritaron, corrieron tras ellas, riendo y divirtiéndose, pero Simón se quedó de pie, preocupado.
"¿Por qué no corres, Simón?" - le preguntó Valentina, al notar que él se quedaba atrás.
"¡Esas galletitas tenían mis historias! ¿Qué harán sin mí?" - contestó él, angustiado.
Tomás se acercó a él y puso su mano sobre su hombro.
"No te preocupes, Simón. Las historias siempre estarán contigo. Podés contarlas otra vez. Vamos a atraparlas juntos, como equipo. ¡Son como los sueños, no se escapan sin dejar un rastro!" - animó Tomás.
Al escuchar eso, Simón sonrió y se unió a sus amigos. Juntos atraparon la mayoría de las galletitas, pero también aprendieron que, si bien a veces podes perder algo, las historias están en sus corazones, y nadie puede quitarlas.
Desde ese día, Simón ya no era un niño tímido; se convirtió en el narrador de la escuela y el grupo más unido. Todos aprendieron que compartir, sea comida o historias, es lo que realmente crea amistades fuertes y memorables. Y así, cada martes continuaron viviendo nuevas aventuras, creando su propia historia en cada merienda, y lo más importante, aprendieron que la verdadera magia está en compartir y ser parte de algo más grande.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.