La Mesa Encantada



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una mesa mágica llamada Cielo. Esta mesa tenía la habilidad de moverse y hablar, lo cual la hacía muy especial.

Vivía en una acogedora casa junto a su dueña, Sofía, una niña curiosa y llena de imaginación. Un día soleado, mientras Sofía estaba jugando en el jardín con su perro Bruno y sus gallinas, se encontró con Cielo moviéndose por sí misma.

Sorprendida pero emocionada, Sofía decidió seguir a la mesa para descubrir qué aventuras les esperaban. Cielo llevó a Sofía hasta un bosque encantado donde se encontraron con Tijera, un simpático cangrejo que hablaba con un gracioso acento argentino.

Tijera resultó ser el guardián del bosque y les contó sobre los tesoros escondidos que solo podían ser desbloqueados si trabajaban juntos. Emocionados por el desafío, los tres amigos comenzaron su búsqueda. Recorrieron valles y montañas hasta llegar al río más cristalino que jamás habían visto.

Allí conocieron a Perro, un pez travieso que nadaba felizmente entre las rocas. - ¡Hola! ¿Qué hacen aquí? - preguntó Perro con entusiasmo. - Estamos buscando tesoros ocultos - respondió Sofía.

- ¡Eso suena divertido! ¡Puedo ayudarlos! - exclamó Perro emocionado. Juntos continuaron la travesía adentrándose cada vez más en el bosque encantado. Encontraron una cueva oscura y misteriosa donde las gallinas de Sofía, lideradas por Gallina, encontraron un mapa antiguo.

- ¡Tenemos que seguir este mapa para encontrar el tesoro! - dijo Gallina con su voz aguda. Siguiendo las indicaciones del mapa, llegaron a un claro lleno de flores brillantes y coloridas. Allí se encontraba el tesoro escondido: una caja mágica llena de objetos encantados.

Mientras exploraban la caja, descubrieron que cada objeto tenía un poder especial. Había una pluma que podía hacer volar cualquier cosa, unas gafas que permitían ver cosas invisibles y hasta un espejo que reflejaba los deseos más profundos del corazón.

Sofía decidió usar la pluma para hacer volar al perro Bruno y así cumplir su sueño de volar juntos.

Volando sobre el bosque encantado, disfrutaron de la belleza natural desde las alturas mientras Tijera y las gallinas los observaban emocionados. Al final del día, regresaron a casa con sus corazones llenos de alegría y gratitud por haber vivido una aventura tan maravillosa.

Cielo la mesa mágica quedó en el rincón favorito de Sofía como recordatorio de lo importante que es soñar en grande y trabajar en equipo para alcanzar nuestros objetivos. Desde aquel día, Sofía aprendió a confiar en su imaginación y a nunca dudar del poder de la amistad.

Siempre recordaría esa increíble aventura junto a Cielo, Tijera, Perro y sus leales gallinas.

FIN.

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