La Mesa Mágica de la Princesa
Había una vez, en un reino lejano, una princesa llamada Isabela. Era una princesa muy curiosa y creativa, siempre con ideas originales. Un día, mientras exploraba el castillo, encontró una mesa vieja y polvorienta en el altillo. Isabela decidió que quería venderla.
"Esta mesa puede ser muy especial para alguien", pensó. "¡Voy a hacer un anuncio en el pueblo!".
Esa misma tarde, la princesa escribió un cartel y lo colocó en la plaza del pueblo. El cartel decía: "Se vende mesa antigua, perfecta para cualquier hogar. Contactar a la princesa Isabela". Isabela estaba segura de que alguien la compraría, pero pasaron los días y nadie apareció.
Un buen día, mientras caminaba por el bosque, la princesa se encontró con un lobo llamativo. Tenía un pelaje brillante y unos ojos que parecían comprender todo.
"¡Hola!" dijo el lobo con una voz profunda. "¿Qué haces por aquí, princesa?".
"Hola, señor lobo. Estoy intentando vender una mesa que encontré en el castillo, pero hasta ahora nadie la quiere".
El lobo sonrió y se acercó.
"¿Por qué no me la muestras?" preguntó.
Isabela, intrigada, decidió acompañarlo a su cueva. Era un lugar acogedor, decorado con flores silvestres y piedras relucientes.
Cuando llegaron, la princesa presentó la mesa.
"Mira, es un poco vieja, pero tiene mucho carácter. Podría ser el centro de atención en cualquier hogar".
El lobo la examinó cuidadosamente.
"Es verdad, tiene su encanto. Pero, ¿sabés? , a mí no me interesa comprarla para mí. No creo que necesite una mesa, pero aprecio lo que hiciste al restaurarla".
"¿Restaurarla? No la he restaurado, solo la encontré así". Isabela se sorprendió.
"¿No ves? Podrías darle un nuevo uso. Tal vez puedas pintarla, decorarla o añadirle algo que la haga única. La belleza está en cómo la mirás".
Isabela se quedó pensando. La idea de transformar la mesa le pareció fascinante.
"Tenés razón, señor lobo. La mesa puede ser más que un simple mueble".
Decidida a experimentar, la princesa regresó al castillo con el lobo y juntos comenzaron a trabajar. Pintaron la mesa de un color azul brillante y le añadieron detalles dorados. También le pusieron pequeños jarrones con flores.
Cuando terminaron, la mesa se veía espectacular. Isabela estaba emocionada.
"Esto es increíble. Ahora es una mesa única, pero aún no sé cómo venderla".
"¿Por qué no organizas una fiesta en el castillo e invitas a todos los del pueblo? Así podrán ver la mesa y admirar tu trabajo" propuso el lobo.
La idea entusiasmó a Isabela y comenzó a planear la gran fiesta. Preparó comida, música y decoró todo el castillo. La noche del evento, el lugar se llenó de risas y felicidad.
Cuando todos los invitados vieron la mesa, quedaron asombrados.
"¡Es hermosa!" exclamó una niña.
Un hombre mayor se acercó y dijo:
"Me encantaría comprarla. Es perfecta para mi casa".
Isabela no podía creer lo que estaba escuchando. La mesa que antes parecía olvidada ahora estaba a punto de encontrar un nuevo hogar.
"Entonces, ¡es tuya!" le respondió con una gran sonrisa.
Con la venta de la mesa, Isabela descubrió que lo más valioso no era el dinero, sino el proceso de crear y compartir.
Desde entonces, la princesa y el lobo se hicieron grandes amigos. Juntos, siguieron transformando cosas viejas en tesoros y enseñando a los otros a ver lo especial en lo cotidiano. En el reino todos aprendieron que, a veces, algo solo necesita un poco de amor y creatividad para brillar de nuevo.
Y así fue como la princesa Isabela, gracias a un inesperado encuentro con un lobo amable, no solo vendió una mesa, sino que también aprendió una valiosa lección sobre la amistad, la creatividad y la belleza de las cosas simples.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.