La mezcla mágica del bosque



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un grupo de amigos que siempre se reunían para explorar la naturaleza. Un día, mientras caminaban por el bosque, encontraron algo extraño y pegajoso en el suelo.

"¿Qué es esto?", preguntó Pedro. "Parece lodo con piel de frutilla", respondió Sofía. Los niños no sabían qué hacer con aquella masa viscosa y rosada que tenían frente a ellos.

Pero entonces, apareció Don Manuel, el anciano del pueblo que era conocido por saber mucho sobre plantas y animales. "Eso es algo muy especial", dijo Don Manuel. "Es una mezcla rara que ocurre cuando las semillas de frutilla caen al suelo y son cubiertas por barro".

Los niños se quedaron maravillados al escuchar aquello. Nunca habían visto algo así antes. "¿Y qué podemos hacer con esto?", preguntó Martina. "La verdad es que no lo sé", respondió Don Manuel.

"Pero tal vez ustedes puedan descubrirlo". Desde ese día los niños comenzaron a experimentar con el lodo de piel de frutilla.

Primero lo tocaron y jugaron con él como si fuera plastilina, pero luego decidieron intentar plantarlo en la tierra para ver si crecía algo. Para sorpresa de todos, después de unas semanas comenzaron a brotar pequeñas plantitas con hojas verdes y hermosas flores rojas: ¡eran fresas! Los niños estaban felices porque habían logrado crear algo nuevo gracias a su curiosidad e imaginación.

Sin embargo, pronto descubrieron un problema: las fresas no estaban creciendo bien, se veían débiles y enfermizas. "¿Qué le pasa a nuestras plantas?", preguntó Juan. "Tal vez necesitan más nutrientes", sugirió Sofía.

"Deberíamos investigar cómo podemos ayudarlas". Los niños comenzaron a leer libros sobre jardinería y aprendieron que para que las plantas crezcan fuertes y saludables necesitan tierra rica en nutrientes y agua suficiente.

Así que decidieron preparar una mezcla especial de abono para sus fresas. Poco a poco, las plantas empezaron a mejorar. Crecían más rápido, sus hojas eran más grandes y brillantes, y pronto comenzaron a dar frutos deliciosos.

Al final del verano los niños habían cosechado tantas fresas que pudieron hacer mermelada para vender en el mercado local. Y así, gracias al lodo con piel de frutilla, descubrieron su pasión por la jardinería y aprendieron la importancia de cuidar el medio ambiente.

Desde entonces, todos los años se reúnen para cultivar sus propias frutas y verduras en un huerto comunitario que construyeron juntos. Y siempre recuerdan aquel día en el bosque cuando encontraron algo tan especial como el lodo con piel de frutilla.

FIN.

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