La Miga de Pan del Patio de la Escuela



Era un hermoso día en la Escuela 16, el sol brillaba con fuerza y los chicos jugaban en el patio. En la terraza, dos palomas, Ana e Isa, observaban la escena desde lo alto. Ambas palomas eran muy amigas y pasaban el día picoteando granos y buscando comida. Pero hoy, algo había cambiado: una miga de pan brillaba sobre el suelo, justo bajo sus patas.

- ¡Mirá, Ana! - dijo Isa emocionada - ¡Una miga de pan! ¡Qué suerte tenemos!

- Sí, pero hay una sola miga y somos dos - respondió Ana, un poco preocupada.

Las palomas se miraron por un momento, pensando en lo que iba a suceder. Estaban acostumbradas a compartir, pero esta vez, la situación era diferente. Ana, con su pluma grisáceo y suave, pensaba en qué decir.

- Isa, tal vez deberíamos dividirla - propuso Ana, intentando ser justa.

- Pero, ¿cómo vamos a dividirla? - preguntó Isa, con una expresión de duda en su rostro.

De repente, una ráfaga de viento sopló fuerte y la miga de pan comenzó a moverse. Las palomas se sobresaltaron y comenzaron a perseguirla. El viento hizo que la miga diera un salto y cayera en un rincón, sobre un pequeño arbusto que crecía cerca del borde.

- ¡Oh no! - gritó Ana, viendo cómo la miga se alejaba. - ¡No podemos dejar que se pierda!

Ambas palomas se lanzaron en busca de la miga, picoteando aquí y allá. Cuando llegaron al arbusto, se dieron cuenta de que, aunque ambas querían la miga, no podían comerla al mismo tiempo.

- ¿Y si hacemos algo diferente? - sugirió Isa, mirando a su amiga.

- ¿Qué proponés? - preguntó Ana, con la mirada curiosa.

- ¿Y si jugamos? - dijo Isa, sonriendo. - Cada una puede picotear un pedacito y la que logre comer más en un minuto se queda con la miga y la otra será su mejor amiga.

Ana se rió al escuchar la propuesta. También le pareció una manera divertida de solucionar el problema. - Está bien, juguemos - aceptó.

Las palomas se prepararon. Isa contó hasta tres y comenzó a picotear. Ambas palomas se divirtieron, saltando y corriendo por el pequeño arbusto, tratando de ganar un pedacito de la miga. Lo que comenzó como una competencia, pronto se convirtió en risas y saltos alegres.

- ¡Esto es mucho más divertido que pelear! - exclamó Ana, mientras picoteaba.

- ¡Sí! Además, si nos ayudamos, lograremos comer mucho más que si estamos solas - agregó Isa, feliz.

Cuando el minuto terminó, ambas palomas se detuvieron, cansadas pero riendo.

- Okay, ahora veo que la verdadera ganadora es nuestra amistad - dijo Ana con una sonrisa.

- ¡Exacto! - contestó Isa. - Así que hagamos una cosa, compartamos la miga entre las dos.

Ambas palomas, emocionadas por la idea de compartir, dividieron la miga y comenzaron a comer juntas. Algunas otras aves que volaban cerca se unieron a ellas, y pronto, una pequeña fiesta de picoteo se armó en el arbusto.

- ¡Qué rica miga! - exclamó Ana, disfrutando de su comida.

- ¡Y qué lindo es compartir, Ana! - dijo Isa, sonriendo.

Desde aquel día, Ana e Isa entendieron que a veces es mejor compartir que discutir por una pequeña miga. Y en cada aventura que tenían, llevaban consigo esa valiosa lección: la amistad y la diversión son más importantes que cualquier miga de pan. También aprendieron que al compartir, la diversión es doble.

Y así, las dos palomas vivieron felices, explorando el patio de la escuela y disfrutando del sol, siempre listas para hacer nuevos amigos y compartir nuevas migas de pan.

FIN.

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