La milanesa de Perro Carlos



Había una vez en un barrio tranquilo de Buenos Aires, un perro llamado Carlos que vivía en un hogar muy especial.

Su dueña, la señora Marta, lo cuidaba con mucho cariño y siempre le preparaba deliciosas comidas, pero la favorita de Carlos era la milanesa. Una tarde de primavera, Carlos decidió salir a pasear por el barrio y, al pasar por una casa, olfateó un delicioso aroma que provenía del patio.

Sin pensarlo dos veces, saltó la valla y se encontró con una suculenta milanesa apoyada en la mesa.

Carlos, tentado por el delicioso olor, no pudo resistirse y se comió la milanesa ¡sin pedir permiso! Al darse cuenta de lo sucedido, la dueña de la casa, llamada Doña Rosa, gritó asustada: - ¡Mi milanesa desapareció! ¿Quién habrá sido? En ese momento, Carlos asomó tímidamente su hocico por sobre la valla y con un gesto de disculpa, ladró suavemente.

Doña Rosa, al ver al travieso perro, no pudo enojarse y entre risas le dijo a Carlos: - ¡Así que tú fuiste el culpable! Bueno, como ya te la comiste, al menos dame una pata y prométeme que no lo volverás a hacer.

Carlos, con gestos dulces, movió la cola y le dio la pata a Doña Rosa, prometiendo en silencio no volver a robar milanesas. Desde ese día, Carlos aprendió que no está bien tomar lo que no es suyo y que es mejor pedir permiso antes de actuar.

Además, Doña Rosa y la señora Marta se hicieron amigas, y juntas decidieron organizar una feria de alimentos para recaudar fondos para los perros callejeros del barrio.

A partir de ese día, cada vez que Carlos olfateaba una tentadora milanesa, recordaba la lección que aprendió y prefería esperar a que le prepararan una en casa. Y así, entre risas, amistad y solidaridad, Carlos vivió feliz con su familia, disfrutando de las delicias que la vida le ofrecía.

FIN.

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