La minga del mote



en el campo, una especie de cooperativa en la que todos los vecinos se unían para ayudarse mutuamente en diferentes tareas. En aquel entonces, las mingas eran eventos muy esperados por toda la comunidad.

Los días previos, cada familia preparaba lo mejor que tenía para compartir con los demás: carne, verduras, frutas y, por supuesto, el ingrediente principal del mote: el maíz. El día de la minga llegaba y todos se reunían en un lugar acordado.

Allí se formaban equipos para realizar distintas labores como sembrar o cosechar los cultivos, construir cercas o reparar caminos. El trabajo era arduo pero también había momentos de diversión y camaradería.

Mientras algunos trabajaban en el campo, otros comenzaban a preparar la comida. Se encendía una gran fogata al aire libre y sobre ella se colocaban unas enormes ollas llenas de agua hirviendo. En esas ollas se cocinaba el maíz durante horas hasta que quedaba bien tierno.

Mientras tanto, las mujeres rallaban queso fresco y cortaban cebolla y cilantro bien finito para condimentar el mote. También preparaban una salsa picante con ajíes frescos triturados y limón.

Finalmente, cuando todo estaba listo, llegaba el momento más esperado: sentarse alrededor de grandes mesas improvisadas bajo los árboles y disfrutar juntos del delicioso mote caliente. Los platos se llenaban con generosas porciones de maíz acompañadas de queso rallado, cebolla y cilantro.

Cada bocado era una explosión de sabores que hacía agua la boca de todos los presentes. Mientras comían, la conversación fluía y las risas se escuchaban por doquier. Era un momento de alegría y gratitud, donde cada uno agradecía la ayuda recibida y celebraba el trabajo en equipo.

Pero no todo era solo compartir comida y risas.

La minga también tenía un propósito más profundo: fortalecer los lazos de comunidad, aprender unos de otros y transmitir valores como el compañerismo, la solidaridad y el respeto por la naturaleza. A medida que pasaron los años, las mingas se fueron volviendo menos frecuentes. La vida moderna trajo consigo nuevas formas de trabajar y relacionarse, haciendo que estas tradiciones quedaran en el pasado.

Sin embargo, aún hay quienes recuerdan con cariño aquellos días de minga y mote. Y aunque ya no se realicen tan seguido como antes, el sabor del maíz cocido al fuego sigue siendo una delicia que evoca tiempos pasados llenos de amor y unidad.

Por eso es importante preservar nuestras tradiciones culinarias, para recordar quienes somos y honrar a nuestros antepasados.

El mote es mucho más que una simple comida; es un símbolo de identidad cultural que nos conecta con nuestra historia y nos enseña valiosas lecciones sobre trabajo en equipo y solidaridad.

Así que cuando pruebes un plato de mote caliente, cierra los ojos por un momento e imagina cómo sería estar rodeado por esa gran mesa al aire libre junto a tu familia y amigos. Porque aunque las mingas sean cosa del pasado, su espíritu vive en cada bocado de este plato tan especial.

FIN.

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