La misión alegre de los Mocopicos
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Mocopico, unos seres muy especiales y fantásticos que vivían entre las montañas. Eran los mocopicos, unas criaturas diminutas pero llenas de energía y curiosidad.
Los mocopicos eran conocidos por su habilidad para limpiar todo lo que encontraban a su paso. Les encantaba mantener el pueblo impecable y reluciente. Cada día se levantaban temprano y salían en busca de basura para reagarrarla y llevarla a su hogar.
Un día, mientras recolectaban basura cerca del río, los mocopicos se encontraron con algo muy extraño: ¡una botella con un mensaje dentro! Rápidamente la abrieron y leyeron el mensaje en voz alta:"-Queridos mocopicos, necesitamos su ayuda.
Nuestro pueblo está sumido en la oscuridad y tristeza. Por favor, vengan a visitarnos". Los mocopicos no podían creer lo que estaban leyendo.
Nunca antes habían salido de su querido pueblo Mocopico, pero sabían que debían ayudar a aquellos desconocidos que tanto necesitaban su ayuda. Sin perder tiempo, los valientes mocopicos comenzaron su viaje hacia el pueblo desconocido. Caminaron durante días hasta llegar a un lugar oscuro y desolado. Las casas estaban abandonadas y las calles llenas de basura.
Al acercarse al centro del pueblo, escucharon sollozos provenientes de una pequeña casa. Se asomaron por la ventana e vieron a una niña llorando desconsoladamente. "-Hola", dijo uno de los mocopicos tímidamente. "-Hemos venido a ayudar".
La niña los miró sorprendida y sonrió. "-Gracias por venir, mi nombre es Sofía", dijo ella. "-Mi pueblo solía ser hermoso y lleno de vida, pero un día llegó una tormenta que lo dejó todo en ruinas".
Los mocopicos escucharon atentamente mientras Sofía les contaba cómo la tristeza se había apoderado del lugar y nadie sabía cómo recuperar la alegría perdida. "-Nosotros somos expertos en limpieza", dijo uno de los mocopicos con determinación.
"-Podemos comenzar por reagarrar toda la basura y dejar el pueblo impecable". Así fue como los mocopicos comenzaron su tarea. Limpiaron las calles, arreglaron las casas abandonadas y plantaron flores por todas partes. Poco a poco, el pueblo empezó a cobrar vida nuevamente.
Pero los mocopicos sabían que eso no era suficiente. Querían hacer algo más para devolverle la felicidad a aquel lugar. Entonces tuvieron una idea brillante: organizaron un festival de alegría.
Invitaron a todos los habitantes del pueblo, prepararon comida deliciosa y organizaron juegos divertidos para grandes y chicos. La música resonaba en cada rincón y las risas llenaban el aire. El festival fue un éxito rotundo y todos se divirtieron como nunca antes lo habían hecho.
Los corazones se llenaron de esperanza y gratitud hacia esos pequeños seres que habían traído tanta felicidad al pueblo. Después de ese día, los mocopicos regresaron a su querido pueblo Mocopico, pero nunca olvidaron la experiencia vivida en aquel lugar.
Aprendieron que, aunque sean seres diminutos, pueden hacer grandes cosas y llevar felicidad a quienes más lo necesitan.
Y así, los mocopicos siguieron limpiando y alegrando el pueblo de Mocopico día tras día, recordando siempre la importancia de ayudar y compartir la alegría con los demás. Porque ellos sabían que, juntos, podían crear un mundo mejor.
FIN.