La misión celestial de Aurora y Mateo



rnrazones de su hogar. Aurora tenía unos rizos dorados que brillaban como el sol y unos ojos color cielo que reflejaban la pureza de su alma.

Un día, mientras jugaba en el jardín, Aurora encontró una caja misteriosa entre las flores. La caja estaba decorada con brillantes colores y destellos de luz. Intrigada, la niña abrió la caja y descubrió un pequeño muñeco de trapo con una sonrisa dibujada en su rostro.

"¡Qué lindo muñeco! ¿De dónde habrá salido?" -se preguntó Aurora. El muñeco cobró vida en ese momento y se presentó como Mateo, el duende guardián de los sueños.

Explicó a Aurora que él había sido enviado para ayudarla a cumplir su misión en la tierra: llevar alegría a aquellos que más lo necesitaban. "¡Oh, qué maravilla! ¡Estoy lista para ayudar!" -exclamó emocionada Aurora. Desde ese día, Aurora y Mateo recorrieron juntos el vecindario llevando sonrisas a todos los corazones tristes.

Repartieron abrazos, palabras amables y gestos de amor por doquier. La gente empezó a notar la presencia especial de Aurora y Mateo, y pronto se corrió la voz sobre los pequeños mensajeros del cielo.

Sin embargo, un día llegaron noticias tristes al vecindario: Doña Rosa, una anciana muy querida, estaba enferma y triste en su casa. Todos sabían que era difícil hacer reír a Doña Rosa cuando estaba así. Pero Aurora no se dio por vencida.

Decidió visitar a Doña Rosa junto a Mateo llevando consigo una canción alegre y unas flores del jardín. Al ver a la niña con su brillo especial y al duende travieso bailando alrededor, Doña Rosa no pudo contener una sonrisa sincera.

"¡Oh queridos ángeles! Gracias por traer luz a mi oscuridad" -dijo emocionada Doña Rosa. A partir de ese día, Doña Rosa recuperó poco a poco su alegría gracias a las visitas constantes de Aurora y Mateo.

El vecindario entero se unió para cuidarla y brindarle amor incondicionalmente. Aurora comprendió entonces que el verdadero regalo no era solo llevar felicidad a los demás, sino también recibir amor y apoyo incondicional cuando más lo necesitaba.

Aprendió que incluso siendo pequeña podía hacer grandes cosas si mantenía viva esa luz especial en su corazón.

Y así fue como Aurora continuó esparciendo alegría allá donde iba junto a su fiel amigo Mateo, recordando siempre que el mayor regalo que podemos dar es el amor desinteresado hacia los demás.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!
2