La Misión de las Luces Navideñas



Era una tarde brillante en el pueblo de La Aurora, donde la Navidad estaba a la vuelta de la esquina. Los habitantes esperaban ansiosos la llegada de las luces navideñas, que adornarían cada rincón de la ciudad. Sin embargo, este año algo inesperado sucedió: las luces se habían extraviado en el camino y sólo un grupo de cuatro amigos tenía la misión de encontrarlas: Andrés, Estefa, Dani y Eliza.

- ¡Vamos, chicos! ¡No hay tiempo que perder! - exclamó Andrés, con su habitual seriedad. - Estas luces son muy importantes para la comunidad.

- Y para darles un toque especial a nuestras fiestas - agregó Estefa, mientras soltaba una risa sarcástica. - Pero, no te pongas tan serio, Andrés. ¡Relájate un poco!

- ¡Yo sólo quiero que todo salga bien! - se defendió Andrés.

- Ya, ya. No te estreses, ¿sí? - intervino Dani, con su carisma inagotable. - ¡Podemos hacerlo! Siempre que Eliza no se quede dormida en el camino.

Eliza, entre risas, masculló: - ¡No me estoy durmiendo! Solo estaba pensando en lo bonitas que se verían las luces.

Y así, los cuatro amigos se adentraron en el bosque, donde el viento susurraba y las hojas danzaban. Mientras caminaban, el entusiasmo fue disminuyendo, y las tensiones comenzaron a surgir.

- A ver, Dani, no te enojes, pero deberíamos dividirnos. Yo puedo ir por la ruta principal, mientras ustedes buscan entre los árboles - sugirió Andrés, pero su imprudencia hizo que Estefa pusiera los ojos en blanco.

- ¿Realmente pensás que es buena idea ir solo, Andrés? - preguntó Estefa, riendo. - ¡No quiero que desaparezcas entre la maleza!

- Chicos, ¡por favor! - demandó Dani, apretando los puños. - No me estresen más. ¡Vamos a buscar esas luces!

De repente, un aullido resonó en el aire. Todos se quedaron en silencio.

- ¿Qué fue eso? - preguntó Eliza, con los ojos bien abiertos.

- Tal vez, solo fue un animalito - contestó Andrés, muy serio. - Sigamos avanzando.

Estefa, siempre atenta a los detalles, vio algo en el suelo. - ¡Chicos! Miren, parece una pista. ¡Es un trozo de papel!

El grupo se acercó rápidamente a lo que parecía ser un mapa. El corazón de Dani latía con emoción.

- ¡Es un mapa que lleva directo a las luces! - dijo ella, emocionada. - ¡Vamos, a seguirlo!

Cruzaron ríos y subieron colinas, cada uno enfrentando sus propios desafíos. Andrés, aunque metía la pata a veces, hacía lo posible por ayudar a sus amigos. Estefa, aunque a veces sarcástica, nunca los dejaba solos. Dani, con su alegría, mantenía el ánimo en alto. Por su parte, Eliza, a pesar de su pereza, se esforzaba por mantenerse al día porque sus amigos eran importantes para ella.

Finalmente, llegaron a un claro donde, iluminadas por la luna llena, estaban las luces navideñas brillando y aguardando ser recuperadas.

- ¡Lo logramos! - gritó Dani.

- ¡Es hora de festejar, amigos! - dijo Eliza, ya llena de energía.

Pero entonces, Estefa se dio cuenta de que el mapa también tenía una advertencia: las luces estaban protegidas por un gran lobito que no quería que nadie se las llevara. Andrés, imprudente como siempre, decidió acercarse al lobito.

- ¡Hola, pequeño! - dijo con voz dulce, pero el lobito comenzó a gruñir.

- ¡Andrés! ¡No te acerques! - gritó Estefa.

Pero era demasiado tarde. El lobito avanzó hacia Andrés, que rápidamente retrocedió.

Dani, viendo la situación, se puso en alerta. - ¡Hay que hacer un plan! Necesitamos distraer al lobito para poder recuperar las luces.

Eliza, con su pereza momentáneamente olvidada, dijo: - ¡Yo puedo hacerle trucos! Al lobito le gustan los espectáculos. ¡Es hora de brillar!

Así, mientras Andrés y Estefa creaban una distracción, Dani y Eliza iniciaron un espectáculo con sombras y luces improvisadas. El lobito, intrigado, dejó de gruñir y comenzó a mirar la actuación.

- ¡Menuda actuación! - exclamó Estefa, riendo mientras el lobito se divertía. - ¡Nunca pensé que vería a un lobito hipnotizado!

Finalmente, Dani logró acercarse y recoger las luces mientras Eliza terminaba su acto. El lobito, cansado de tanto espectáculo, se quedó sentado viendo como se alejaban.

- ¡Lo logramos! - gritaron todos cuando llegaron a un lugar seguro. - Ahora a decorar La Aurora.

Esa noche, los amigos decoraron todo el pueblo con las luces que habían encontrado, y todos los habitantes se maravillaron ante el brillante espectáculo.

- A veces las cosas no salen como uno espera - reflexionó Andrés, sonriendo por fin. - Pero con un buen equipo todo se puede lograr.

- ¡Y un poco de diversión nunca viene mal! - agregó Estefa, guiñando un ojo.

- ¡Felices fiestas, amigos! - dijo Dani, llenándose de alegría.

Eliza, en su estilo, se quedó observando las luces, sonriendo y disfrutando de todo el esfuerzo que habían hecho juntos.

Aquel año, La Aurora brillaba más que nunca, y los amigos aprendieron que en equipo, con paciencia y un poco de humor, pueden superar cualquier obstáculo que se les presente.

Y así concluyó la mágica aventura de los amigos en búsqueda de las luces navideñas, prometiendo que siempre estarían juntos, sin importar las diferencias y los desafíos.

FIN.

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