La Misión de los Duendes
En un bosque encantado donde los árboles susurraban secretos y los ríos cantaban melodías, vivía un hada llamada Líbera. Ella era conocida por su corazón bondadoso y su risa mágica que hacía florecer las flores. Un día, mientras danzaba entre mariposas, Líbera escuchó un rumor preocupante. Los animales del bosque estaban perdiendo su hogar debido a un vecino humano que cortaba árboles.
Líbera decidió que era hora de actuar. Voló rápidamente hasta su casa de flores y convocó a los duendes, que eran los más pequeños pero también los más valientes del bosque.
"¡Queridos duendes!" - comenzó Líbera, con una voz melódica pero firme. "Necesito su ayuda. La naturaleza está en peligro y debemos salvar nuestros hogares. ¿Están listos para una misión?"
Los duendes, emocionados y agitados, respondieron al unísono.
"¡Sí, sí! ¡Estamos listos!"
"Muy bien. Su misión es simple pero crucial. Tienen que hablar con el hombre que corta los árboles y convencerlo de que no lo haga. Tienen que hacerlo con respeto y bondad. Pero tengan cuidado, a veces la gente no entiende nuestra magia" - dijo Líbera, mientras les entregaba pequeñas flores mágicas.
Los duendes se pusieron en marcha, llenos de entusiasmo y algunas dudas. Sabían que el hombre era grande y a veces podía parecer un poco temible. En su camino, se encontraron con varios animales que les dieron consejos.
"Debemos ir en grupo y ser muy valientes" - sugirió Duendecillo, el más pequeño de todos.
"Y usar nuestras flores mágicas como un símbolo de paz" - añadió Brisnita, una duende con una voz dulce.
Finalmente, llegaron a la casa del hombre, que estaba trabajando con su motosierra. Al principio, él no los vio y los duendes empezaron a hablar entre ellos.
"¿Y si no nos escucha?" - se preguntó Duendecillo, con algo de miedo en su voz.
"Si lo hacemos con sinceridad, seguro nos escuchará" - respondió Brisnita, intentando darle confianza.
Con un grito decidido, Brisnita dio un paso adelante.
"¡Hola! Señor humano, somos duendes del bosque y venimos a hablar con usted" - dijo, con una voz clara.
Al oírlos, el hombre se detuvo, sorprendido.
"¿Duendes? No pensé que existieran" - comentó, rascándose la cabeza.
"Sí, nosotros cuidamos de la naturaleza. Hemos visto que está cortando los árboles y queremos explicarle lo importante que son para todos" - continuó Brisnita, mientras sostenía la flor mágica.
El hombre, intrigado, se acercó y observó las flores.
"¿Y por qué son tan importantes?" - preguntó con curiosidad.
Los duendes comenzaron a explicar cómo los árboles proporcionaban aire fresco, hogar a muchos animales y sombra en los días calurosos. Mientras más hablaban, el hombre se dio cuenta de lo que estaba en juego.
"No había pensado en eso. Solo quería despejar un espacio para mi jardín" - dijo, un poco avergonzado.
Luego, al ver las flores, sintió que no podía destruir lo que era tan hermoso.
"Haré un nuevo plan. Protegeré los árboles que quedan y buscaré otra forma de hacer mi jardín" - prometió el hombre, sonriendo con sinceridad.
Los duendes se llenaron de alegría.
"¡Hurra!" - gritaron, dando saltos de felicidad.
Regresaron volando al bosque, donde Líbera los esperaba ansiosa.
"¡Lo lograron! Estoy tan orgullosa de ustedes" - exclamó el hada, abrazándolos.
"No solo somos pequeños, ¡sino que también podemos hacer grandes cosas!" - exclamó Duendecillo.
"Sí, juntos siempre somos más fuertes y podemos inspirar a otros a cuidar de nuestro hogar" - concluyó Brisnita.
Así, el hombre cuidó del bosque y los duendes continuaron velando por el bienestar de sus amigos animales. Y siempre recordaron que con respeto, valentía y compasión, se podían lograr cosas mágicas, incluso en los momentos más difíciles.
Desde aquel día, el bosque nunca dejó de brillar, y Líbera y los duendes sonrieron sabiendo que habían hecho una verdadera diferencia.
FIN.