La Misión de Navidad
Era una vez, en un pequeño pueblo llamado Villanieve, donde la Navidad siempre era mágica. Este año, los niños estaban muy emocionados, ya que faltaban solo dos días para Navidad y, según la tradición, los Reyes Magos vendrían a repartir regalos. Sin embargo, ese año, algo extraño sucedió. La noche anterior, el pueblo se despertó con un gran alboroto.
"¡Mamá! ¡Papá! ¡Escuchen!" gritó Tobi, un niño de seis años, corriendo por la casa. "¡Los Reyes Magos han perdido su camino!".
"¿Cómo sabes eso, Tobi?" preguntó su hermana, Ana.
"Escuché a los adultos hablando. Dicen que se han perdido en el bosque, ¡y si no les ayudamos, no habrá regalos!".
Los ojos de Ana brillaron de emoción.
"¡Tenemos que hacer algo!" exclamó ella.
Tobi y Ana, junto con sus amigos, Lucho y Sofía, decidieron que debían ayudar a los Reyes Magos. A la mañana siguiente, se reunieron en el parque.
"Vamos a hacer un mapa con los lugares que conocemos y a buscar a los Reyes Magos," propuso Lucho.
"Sí, pero debemos llevar un farol para guiarlos. ¡Puede que se esté haciendo de noche!" respondió Sofía.
Eran muy pequeños, pero estaban decididos. Prepararon mochilas con linternas, galletitas y agua y se adentraron en el bosque, siguiendo el mapa que habían dibujado. Cuando llegaron a la parte más densa del bosque, algo misterioso sucedió.
De repente, escucharon un sonido como un tamborileo.
"¡Mirad!" gritó Tobi. Todos se dieron vuelta y vieron a un grupo de pequeños duendes que parecían estar discutiendo.
"¿Qué les pasa?" preguntó Ana con curiosidad.
"¡Estamos intentando encontrar a los Reyes Magos!" dijo uno de los duendes, que llevaba un gorrito rojo. "Se perdieron y no sabemos dónde están".
"Nosotros estamos buscando a los Reyes Magos también!" comentó Sofía. "Podemos ayudarlos juntos!"
Los duendes miraron a los niños con esperanza. "¡Eso sí que sería genial! Pero primero necesitamos encontrar las estrellas que llevan a su camello!" dijo otro duende.
"¡Vamos a encontrar esas estrellas!" animó Tobi emocionado. Juntos, niños y duendes comenzaron a buscar por el bosque. Compraron algunas galletitas de jengibre a unos animales amistosos y continuaron su búsqueda.
Después de un largo tiempo, y tras muchas risas y aventuras, llegaron a un claro donde brillaban centelleantes luces. "¡Son las estrellas!" gritaron todos al unísono.
"Recuerden, sigan la luz y hacia allá van los Reyes Magos!" dijo un duende. Todos se miraron y empezaron a seguir el brillo.
Y sí, en el horizonte, vieron unas figuras que se acercaban montando camellos. Eran los Reyes Magos, pero lucían muy preocupados.
"¡Oh! ¡Niños!" exclamó el Rey Melchor. "Creímos que no llegaríamos a repartir los regalos!"
"No se preocupen, los encontramos gracias a los duendes!" dijo Ana con una gran sonrisa.
"¡Guardamos galletitas para ustedes!" agregó Sofía.
Los Reyes Magos se alegraron mucho y les agradecieron su ayuda. "Gracias a ustedes, podremos entregar todos los regalos a tiempo y hacer felices a los niños de todo el mundo, ¡y además, ustedes recibirán algo especial también!"
Juntos, empezaron a repartir los regalos por el pueblo. Cada niño estaba emocionado al ver a los Reyes Magos y a sus amigos ayudándolos. Todos recibieron sorpresas y risas, llenando el aire de alegría. Los Reyes Magos decidieron que esa experiencia sería recordada para siempre, y como agradecimiento, le dieron a cada uno de los niños un pequeño regalo especial, lleno de dulces y sorpresas relacionadas con el espíritu navideño.
Finalmente, los Reyes Magos emprendieron su camino hacia otros pueblos y, al despedirse, Tobi, Ana, Lucho y Sofía se sintieron más cerca que nunca de la magia de la Navidad.
"Hoy aprendimos que juntos podemos lograr cosas increíbles", dijo Lucho.
"Sí, y todo comienza con la amistad y el deseo de ayudar!" concluyó Sofía.
Y así, cada Navidad, los niños recordaban aquella aventura mágica, y la alegría de ayudar a los demás siempre iluminaba sus corazones, aguijoneando su espíritu navideño.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.