La misión del cazador de monstruos



Simon era un niño muy valiente y aventurero. Desde pequeño, le encantaba imaginar historias de monstruos y criaturas fantásticas que habitaban en su mundo imaginario.

Pero un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, se topó con algo que lo dejó sin palabras. Frente a él había un pulpo negro gigante, con tentáculos tan largos como la calle entera. Simon no sabía qué hacer. El pulpo parecía amistoso, pero su tamaño imponente lo asustaba.

"¡Miren chicos! ¡Un pulpo negro gigante!"- exclamó Simon. Sus amigos corrieron hacia él para verlo mejor. "¿Es peligroso?"- preguntó uno de ellos. Simon se acercó al pulpo con cuidado y acarició uno de sus tentáculos.

El pulpo movió sus ojos grandes y brillantes hacia Simon y le hizo cosquillas en la mano. "No parece peligroso"- dijo Simon sonriendo. Desde ese momento, Simon decidió que quería ser amigo del pulpo negro gigante.

Lo visitaba todas las tardes después del colegio para jugar juntos en el parque. Pero pronto descubrió que el pulpo tenía un problema: estaba enfermo. Sus tentáculos estaban cada vez más débiles y su piel comenzaba a ponerse pálida.

Simon sabía que tenía que hacer algo para ayudarlo. Así que decidió convertirse en cazador de monstruos para encontrar una cura para su amigo el pulpo negro gigante. Recorrió bosques oscuros, lagos profundos y cuevas misteriosas buscando pistas sobre cómo curar a su amigo.

En el camino, se topó con otros monstruos y criaturas fantásticas que lo ponían a prueba. Pero Simon nunca perdió la esperanza ni dejó de buscar una solución para su amigo.

Finalmente, encontró un libro antiguo en una biblioteca abandonada que contenía la cura para la enfermedad del pulpo negro gigante. Con su libro bajo el brazo, Simon regresó al parque donde estaba su amigo convaleciente.

Le aplicó la cura y poco a poco vio cómo su piel volvía a ser oscura y sus tentáculos recuperaban fuerza. "¡Gracias por salvarme!"- dijo el pulpo negro gigante abrazando a Simon con uno de sus tentáculos. "De nada amigo"- respondió Simon sonriendo.

Desde ese día, Simon aprendió que cuando tienes un problema no debes rendirte. Siempre hay una solución si buscas lo suficiente y tienes fe en ti mismo.

Además, descubrió que los monstruos no siempre son malos y pueden convertirse en tus amigos más fieles si les das una oportunidad.

FIN.

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