La Misión del Jaguar



Había una vez en la selva de la provincia de Misiones, en Argentina, un niño indígena llamado Shumay.

Shumay era un niño curioso y valiente que disfrutaba explorar el bosque junto a su abuelo, el sabio y respetado anciano de la tribu. Un día, mientras caminaban por el bosque, Shumay y su abuelo notaron algo extraño. Vieron a unos hombres talando árboles de manera descontrolada y arrojando desechos tóxicos al río.

El corazón de Shumay se llenó de tristeza al ver cómo el hermoso bosque donde jugaba desde pequeño estaba siendo destruido. "Abuelo, ¿por qué hacen eso? ¡Están dañando nuestra casa!", exclamó Shumay con lágrimas en los ojos.

El abuelo miró a su nieto con ternura y le explicó: "Esos hombres están deforestando ilegalmente y contaminando nuestro hogar. Pero no te preocupes, juntos encontraremos una forma de detenerlos". Shumay asintió con determinación y decidió ayudar a su abuelo a proteger la selva.

Entonces, tuvieron una idea brillante: disfrazarse de jaguar para asustar a los intrusos. Con la ayuda del abuelo, Shumay construyó un traje con hojas verdes y manchas negras que imitaban perfectamente la apariencia de un jaguar.

Cuando cayó la noche, se adentraron sigilosamente en el lugar donde estaban los hombres. Los intrusos estaban ocupados talando árboles cuando escucharon un rugido profundo y amenazador.

Al mirar hacia arriba, vieron dos brillantes ojos amarillos que los observaban desde lo alto de un árbol. Los hombres sintieron miedo al pensar que se trataba del temido jaguar negro que habitaba en esas tierras.

"¡Corran! ¡Es el espíritu del jaguar que viene a castigarnos por dañar la selva!", gritó uno de ellos lleno de pánico. Los hombres huyeron despavoridos sin mirar atrás, dejando atrás sus herramientas y maquinaria destructiva. Shumay y su abuelo salieron entonces de su escondite entre risas silenciosas por haber logrado ahuyentar a los invasores.

Desde ese día, los hombres nunca volvieron a aquella parte del bosque para seguir causando daño. La naturaleza recuperó poco a poco su equilibrio gracias al valor y astucia de Shumay y su sabio abuelo.

La historia corrió como reguero entre las tribus indígenas cercanas, inspirando a otros niños como Shumay a defender con valentía el medio ambiente.

Y así, entre risas y juegos en la selva protegida por el espíritu del jaguar negro, todos aprendieron una importante lección: cuidar nuestra tierra es responsabilidad de todos.

FIN.

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