La misión del murciélago



Había una vez, en un barrio de Madrid llamado Vallecas, dos hermanos muy traviesos: Antonio y su hermano menor, apodado el chivato por ser tan curioso como un chivato.

Se mudaron con su abuelo Fermín a una casita acogedora en esa bulliciosa zona de la ciudad. Desde el primer día en su nuevo instituto, Antonio se ganó el apodo de "el fantasioso" porque le encantaba contar historias increíbles durante el recreo para impresionar a sus compañeros y hacerse amigos.

Aunque algunas veces exageraba un poco, siempre lograba captar la atención de todos con sus relatos llenos de aventuras y misterio.

Un día, mientras caminaban por el parque cerca de su casa, Antonio y el chivato encontraron un viejo mapa arrugado bajo un banco. Emocionados por la posibilidad de vivir una verdadera aventura, decidieron seguir las indicaciones del mapa que los llevaría a un lugar secreto y misterioso.

- ¡Mira Antonio! ¡Aquí dice que tenemos que cruzar el puente y seguir el camino de piedras hasta llegar al árbol gigante! -exclamó emocionado el chivato. - ¡Vamos entonces! Seguro que nos espera algo increíble al final del camino -respondió entusiasmado Antonio.

Siguiendo las instrucciones del mapa, los hermanos llegaron al árbol gigante donde descubrieron una cueva oculta detrás de sus raíces. Con valentía y curiosidad entraron en la cueva sin imaginar lo que encontrarían dentro.

Dentro de la cueva, se encontraron con un grupo de murciélagos asustados que revoloteaban sin rumbo fijo. Sin embargo, entre los murciélagos había uno diferente: era más grande y parecía estar herido. Antonio sintió compasión por él y decidió ayudarlo.

- Chicos ¿qué hacen aquí? Esta cueva es peligrosa para ustedes -dijo una voz grave desde las sombras. Antonio y el chivato vieron salir a su abuelo Fermín con una linterna en mano.

Sorprendidos pero felices de verlo allí, le contaron sobre el mapa encontrado y cómo llegaron hasta la cueva. Fermín les explicó que aquel murciélago herido era especial; se trataba de una especie protegida en peligro de extinción.

Juntos cuidaron al murciélago hasta que sanó completamente para luego liberarlo en libertad junto a los demás murciélagos en la noche estrellada. - Gracias abuelo por enseñarnos lo importante que es proteger a todas las criaturas del planeta -dijo emocionado Antonio mientras observaban cómo los murciélagos volaban libres hacia lo alto del cielo nocturno.

Desde ese día, Antonio dejó atrás su apodo "el fantasioso" para convertirse en "el protector", inspirando a todos en su instituto a cuidar del medio ambiente y respetar a todas las formas de vida en nuestro planeta.

Y juntos, disfrutaron muchas más aventuras llenas de aprendizaje y solidaridad gracias al espíritu valiente e imaginativo de Antonio, siempre acompañado por su fiel hermanito chivato e inteligente abuelo Fermín.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!