La Misión del Río Limpio



Era un caluroso día de verano en Verdi, y Luna, Sammy y Benny, tres amigos inseparables, estaban disfrutando de un día en el río. Con risas y chapoteos, el agua fresca les parecía un paraíso en medio de la ciudad. Mientras jugaban a saltar de roca en roca, un brillo en el agua atrajo su atención.

- ¡Mirá eso! –exclamó Luna, señalando hacia una bolsa de plástico flotante.

- ¿Qué será? –preguntó Benny, curioso, mientras se acercaban.

Sammy, con su espíritu aventurero, nadó hacia la bolsa y la sacó del agua. Al abrirla, todos se quedaron en silencio. Un pequeño pez, que luchaba por liberarse, salió saltando de la bolsa.

- ¡Pobrecito! –dijo Luna, con lágrimas en los ojos. –Está atrapado.

- ¡Rápido! –gritó Sammy. –Ayudémoslo.

Con mucho cuidado, los amigos levantaron al pez y lo devolvieron al agua. El pez, al sentirse libre, se zambulló en el río, dejando un pequeño rastro de burbujas. Sin embargo, al mirar alrededor, se dieron cuenta de que no estaban solos. Alrededor de ellos había botellas, latas y otros desechos flotando.

- No puede ser. Nuestro río está lleno de basura -dijo Benny, preocupado.

- ¡Esto no está bien! –exclamó Luna, con determinación. –Tenemos que hacer algo al respecto.

- ¿Y si organizamos una limpieza? –propuso Sammy, entusiasmado. –Podríamos invitar a todos los chicos del barrio.

Y así, los tres amigos comenzaron a planear una gran misión para limpiar el río. Hicieron carteles, hablaron con sus vecinos y el sábado siguiente, el parque estaba lleno de niños listos para ayudar.

- ¡Vamos, equipo! –gritó Benny, levantando su palo de recoger basura. –Es hora de mantener limpio nuestro río.

Mientras recogían residuos, descubrieron cosas raras y sorprendentes.

- ¡Miren esto! –dijo Luna, sosteniendo un viejo zapato. –No sé si sirve para jugar, pero no debería estar aquí.

- Y esta botella de vidrio, ¿quién sabe cuánto tiempo lleva en el agua? –añadió Sammy, con un gesto de desagrado.

De repente, una niña pequeña se acercó a ellos.

- ¿Por qué están recogiendo basura? –preguntó curiosa.

- Estamos limpiando el río para que los peces y las plantas puedan vivir felices –respondió Benny con orgullo.

- ¡Yo quiero ayudar! –exclamó la niña, saltando de alegría.

Así, cada vez más chicos se unieron a la limpieza. Hicieron equipos, y entre risas y juegos, el río se llenó de esperanza. Sin embargo, al final de la jornada, descubrieron que había demasiados residuos.

- No se acaba nunca –dijo Luna, mirando a su alrededor confundida. –Esto es más de lo que pensaba.

- Pero mira cuánta basura ya recogimos –dijo Sammy, animándola. –Cada pequeño esfuerzo cuenta. ¡Podemos hacerlo!

Con renueva energía, los amigos decidieron seguir limpiando hasta que el río volviera a ser el lugar que amaban. Al finalizar el día, lograron recoger un montón de basura, pero quedaba mucho por hacer. El caso del pez atrapado en la bolsa se había convertido en una lección valiosa para ellos.

- Tenemos que seguir trabajando -dijo Benny, observando el río. –No solo hoy, sino siempre.

- Tienes razón. Esto necesita ser una tarea constante -acordó Luna, sonriendo. –Haremos un plan para reunirnos cada semana.

La noticia sobre la limpieza del río se esparció por Verdi. Más niños y familias comenzaron a unirse a su causa. La idea de proteger el medio ambiente resonó en las mentes de todos, y juntos, hicieron del río un lugar más bonito. Con el tiempo, no solo el río volvió a brillar, sino que todos aprendieron a cuidar el mundo que los rodeaba.

Desde aquel día, gracias a la pequeña aventura que vivieron juntos, Luna, Sammy y Benny se convirtieron en los guardianes del río y, junto a sus nuevos amigos, se comprometieron a mantenerlo limpio y lleno de vida. ¡El río de Verdi vivió feliz para siempre, lleno de peces, risas y un gran espíritu de comunidad!

Fin.

FIN.

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