La misteriosa sombra del bosque
En un pequeño pueblo rodeado de un denso bosque, había una leyenda que advertía sobre una sombra que aparecía al caer la noche. Se decía que quien se encontraba con ella nunca regresaba, y los niños del pueblo contaban historias escalofriantes sobre su existencia.
Una tarde, un grupo de amigos: Mateo, Ana y Leo, decidieron que era hora de desentrañar el misterio de la sombra.
"¿Vamos al bosque?" - propuso Mateo, con un brillo de valentía en sus ojos.
"¡Sí! Necesitamos ser valientes y descubrir la verdad!" - respondió Ana emocionada.
"Pero, ¿y si nos encontramos con la sombra?" - preguntó Leo, un poco más cauteloso.
A pesar del miedo de Leo, la curiosidad fue más fuerte. Packearon linternas y golosinas, y se adentraron en el bosque mientras la luz del sol comenzaba a desvanecerse.
"Es solo un cuento, seguro que no existe" - intentó tranquilizarlos Mateo.
"O quizás es un desafío para que nos unamos más como amigos" - sugirió Ana, tratando de calmar la tensión.
Con cada paso que daban, el silencio del bosque se hacía más profundo, y las sombras parecían alargarse a su alrededor. De repente, un crujido cerca de un arbusto hizo que todos se detuvieran.
"¿Escucharon eso?" - dijo Leo con voz temblorosa.
"Solo son los animales del bosque" - contestó Mateo, aunque él también sentía un escalofrío.
"Vamos, sigamos adelante!" - insistió Ana con determinación, y los tres continuaron.
Tras un rato de caminar, llegaron a un claro iluminado por la luna. Allí, encontraron un viejo árbol con un tronco torcido y raíces alzadas como brazos extendidos.
"Es increíble..." - murmuró Mateo, observando el árbol.
De pronto, una sombra más oscura que la noche se deslizó entre los árboles.
"¡Miren!" - gritó Ana, señalando hacia la sombra.
"¡Corramos!" - exclamó Leo, aterrorizado.
Los amigos comenzaron a correr en direcciones opuestas, pero Mateo se detuvo.
"¡Esperen! No podemos separarnos!"
"¿Qué hacemos?" - preguntó Ana con voz asustada.
Mateo se armó de valor y decidió enfrentar la sombra.
"Yo sé lo que hay que hacer. Si es un cuento, debe haber una forma de romper el hechizo" - dijo.
"¿Y cómo lo hacemos?" - preguntó Leo, recuperando algo de calma.
"Hagamos un círculo y digamos juntos lo que nos hace valientes" - propuso Ana.
"Buena idea! ¡Vamos!" - sentenció Mateo, mientras se unían de las manos en círculo.
"Soy valiente porque tengo a mis amigos" - dijo Mateo.
"Soy valiente porque enfrento lo desconocido" - agregó Ana.
"Soy valiente porque confío en nosotros" - finalizó Leo.
Justo cuando terminaron de decirlo, la sombra comenzó a desvanecerse.
"Miren, ¡lo estamos haciendo!" - exclamó Mateo, entusiasmado.
Juntos, se pusieron de pie y se miraron entre ellos, sintiendo que su unión era más fuerte que el miedo.
"¡Ya no le tengo miedo!" - gritó Ana mientras la sombra desaparecía entre árboles.
"Nos unimos para enfrentarlo, y eso nos hace más fuertes" - dijo Leo con una sonrisa.
Desde ese día, los niños no solo enfrentaron la sombra del bosque, sino que aprendieron que la verdadera valentía no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de superarlo juntos.
Al regresar al pueblo, empezaron a contar su aventura.
"La sombra no era un monstruo, solo un miedo que aprendimos a enfrentar" - dijeron juntos.
FIN.