La moneda dorada
Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo en Argentina. Lucas era muy curioso y siempre estaba buscando aventuras emocionantes.
Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, vio algo brillante en el suelo. - ¡Wow! - exclamó Lucas emocionado al ver una moneda de oro. Sin pensarlo dos veces, la recogió y decidió guardarla como su tesoro secreto.
Lucas se sentía muy afortunado por haber encontrado la moneda de oro y pronto comenzó a imaginar todas las cosas maravillosas que podría hacer con ella. Pero también sabía que debía ser cuidadoso para no llamar demasiado la atención sobre su nuevo tesoro.
Un día, mientras caminaba por el mercado del pueblo, Lucas notó a un hombre sospechoso mirando fijamente su bolsillo donde guardaba la moneda de oro. Rápidamente se dio cuenta de que ese hombre quería robarle su tesoro.
Asustado pero decidido, Lucas comenzó a correr tan rápido como pudo para escapar del ladrón. Mientras corría, vio a lo lejos una tienda llamada "El Refugio de los Sueños". Sin pensarlo dos veces, entró rápidamente y cerró la puerta detrás de él.
Dentro de la tienda había una señora amable llamada Doña Ana. Ella notó que Lucas estaba asustado y le preguntó qué le ocurría. - ¡Doña Ana! - dijo Lucas jadeando por el esfuerzo -. Un hombre me quiere robar mi moneda de oro.
Doña Ana escuchó atentamente y luego sonrió. - Lucas, tengo una idea.
¿Qué tal si ponemos tu moneda de oro en un lugar seguro hasta que puedas decidir qué hacer con ella? Lucas asintió con la cabeza y le entregó su tesoro a Doña Ana. Juntos, buscaron un lugar especial donde nadie pudiera encontrarlo. A medida que pasaba el tiempo, Lucas comenzó a darse cuenta de que no necesitaba tener un tesoro para ser feliz.
Aprendió que las cosas más valiosas no son siempre materiales, sino los momentos especiales y las personas que lo rodeaban. Un día, Lucas decidió visitar nuevamente "El Refugio de los Sueños" para ver a Doña Ana y contarle todo lo que había aprendido.
Cuando llegó a la tienda, se sorprendió al descubrir que ya no estaba allí. - ¿Dónde está Doña Ana? - preguntó Lucas preocupado a otra persona en el pueblo.
La persona le explicó que Doña Ana había dejado el pueblo para abrir una escuela en un lugar remoto donde los niños no tenían acceso a la educación.
Lucas sintió tristeza al pensar en no volver a ver a Doña Ana, pero también sintió alegría al saber que ella estaba ayudando a otros niños a tener oportunidades mejores. Desde ese día, Lucas decidió seguir el ejemplo de Doña Ana y dedicar su vida a ayudar a los demás.
Aunque ya no tenía su moneda de oro, sabía que tenía algo mucho más valioso: el deseo de hacer del mundo un lugar mejor.
Y así fue como Lucas aprendió una importante lección: el verdadero valor está en cómo usamos nuestras habilidades y recursos para marcar la diferencia en la vida de los demás, sin importar lo que nos puedan robar.
FIN.