La Montaña de los Guardianes Naturales
En las hermosas montañas de la provincia de Mendoza, vivía una comunidad de animales felices y en armonía con la naturaleza. Había conejos saltarines, zorros astutos, cóndores majestuosos y pumas sigilosos.
Todos convivían pacíficamente respetando el equilibrio del ecosistema. Un día, sin embargo, todo cambió. Un grupo de humanos decidió construir una carretera que atravesara la montaña para facilitar el acceso a un pueblo cercano.
Los animales observaban preocupados cómo las máquinas excavadoras arrasaban con los árboles, cómo el ruido ensordecedor perturbaba su paz y cómo la contaminación comenzaba a hacer estragos en su hogar. El líder de los animales era un viejo cóndor sabio llamado Kuri.
Con sus alas extendidas y su mirada penetrante, decidió reunir a todos los habitantes del lugar para buscar una solución al problema que enfrentaban. "Amigos míos", comenzó Kuri con voz grave pero serena, "debemos encontrar una manera de detener esta destrucción antes de que sea demasiado tarde".
Los animales se miraron entre sí con determinación. Sabían que debían actuar rápido si querían salvar su hogar. El primer plan fue intentar dialogar con los humanos para explicarles el daño que estaban causando.
Sin embargo, las palabras parecían caer en oídos sordos y la construcción continuaba sin pausa. Entonces, decidieron pasar a la acción.
Los conejos cavaron madrigueras estratégicas para frenar el avance de las máquinas, los zorros escondieron herramientas importantes y los pumas asustaron a los trabajadores por las noches. Pero nada parecía detener la construcción de la carretera hasta que Kuri tuvo una idea brillante: convocar al espíritu protector de la montaña.
Una noche oscura y estrellada, todos los animales se reunieron en lo alto de la montaña mientras Kuri entonaba un canto ancestral en honor al espíritu guardián del lugar. De repente, la tierra comenzó a temblar y un resplandor mágico iluminó el cielo nocturno.
El espíritu apareció ante ellos en forma de luz brillante y poderosa. "¿Por qué me has invocado, criaturas de la montaña?", resonó su voz como trueno lejano.
Kuri explicó con firmeza la situación desesperada en la que se encontraban y suplicó por su ayuda para proteger su hogar. El espíritu escuchó atentamente y luego extendió sus manos hacia la carretera recién construida. Con un gesto majestuoso, hizo brotar árboles frondosos donde antes solo había cemento y devolvió vida a cada rincón dañado por las máquinas.
Los humanos quedaron asombrados al ver el milagro ante sus ojos y comprendieron finalmente el mensaje que los animales intentaban transmitirles: debemos cuidar y respetar nuestro entorno natural si queremos vivir en armonía con él.
Desde ese día en adelante, la carretera fue abandonada como recordatorio del poderoso mensaje recibido. Y tanto humanos como animales aprendieron a convivir juntos respetando siempre la ecología y belleza única de esa maravillosa montaña mendocina.
FIN.