La montaña de los lazos familiares



Había una vez en un pequeño pueblo, una familia muy especial formada por el papá Martín, la mamá Laura, la casa de ladrillos rojos donde vivían, el abuelo Antonio y la abuela Juana.

Todos juntos eran muy felices y se querían mucho. Un día, mientras estaban todos reunidos en el jardín de su casa tomando mate, el abuelo Antonio propuso hacer un viaje a la montaña para disfrutar del aire puro y las hermosas vistas que ofrecía la naturaleza.

Todos estuvieron de acuerdo y rápidamente comenzaron a preparar todo lo necesario para emprender la aventura al día siguiente. Al amanecer, cargaron el auto con alimentos, ropa abrigada y mucha alegría.

Partieron rumbo a la montaña cantando canciones y contando chistes. El trayecto era largo pero nadie se aburría porque compartían historias divertidas durante todo el camino.

Al llegar a la base de la montaña, descendieron del auto con entusiasmo y comenzaron a caminar por el sendero que los llevaría hasta la cima. La abuela Juana iba un poco más lenta debido a su edad, pero todos caminaban juntos ayudándose mutuamente. Después de varias horas de caminata llegaron finalmente a la cima.

El paisaje era impresionante: podían ver bosques interminables, lagos cristalinos y aves volando en libertad. La mamá Laura exclamó emocionada: "¡Qué hermosura! Valeu tanto esforço!".

- ¡Sí! -respondió papá Martín- ¡Estamos viviendo una experiencia inolvidable! El abuelo Antonio sacó su guitarra y comenzó a tocar una melodía mientras todos disfrutaban de un picnic con vista privilegiada. La casa parecía estar sonriendo con sus ventanas iluminadas por los rayos del sol que se filtraban entre las nubes.

De repente, empezó a soplar un viento fuerte anunciando que se acercaba una tormenta. Todos se apuraron en guardar las cosas y emprender el regreso antes de que fuera demasiado tarde.

Sin embargo, en medio del camino se dieron cuenta de que habían tomado un sendero equivocado y estaban perdidos en medio del bosque. La mamá Laura intentaba mantener la calma mientras buscaban referencias conocidas para orientarse.

- Tranquila mami -dijo uno de los niños-, seguro encontraremos el camino correcto si seguimos juntos. Finalmente lograron reencontrar el sendero principal gracias al trabajo en equipo y guiados por sus corazones llenos de amor familiar.

Al llegar nuevamente al pie de la montaña ya estaba anocheciendo pero estaban felices porque habían demostrado ser capaces de superar cualquier desafío juntos. - ¡Qué aventura tan emocionante vivimos hoy! -exclamó el abuelo Antonio-. Estoy orgulloso de mi familia tan valiente.

Y así regresaron a su hogar donde los esperaba una rica cena caliente cocinada por la abuela Juana para celebrar su regreso sano y salvo. Desde ese día, cada vez que miraban hacia la montaña recordaban aquella increíble jornada donde descubrieron lo importante que es estar unidos ante las adversidades.

Y así siguieron siendo una familia feliz donde papá Martín siempre guiaba con sabiduría, mamá Laura irradiaba amor incondicional como solo ella sabía hacerlo;la casa protegía con sus paredes sólidas;el abuelo Antonio inspiraba con su vitalidad;yla abuela Juana enseñaba con sus dulces palabras llenas de sabiduría ancestral.

Eran cinco pedacitos perfectosde este rompecabezas llamado vida, donde cada uno tenía su lugar especialyjuntos formabanun cuadro único e irreemplazablellamadofamilia".

FIN.

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