La Montaña del Tesoro
Había una vez, en un pequeño pueblo de los Andes ecuatorianos, tres amigos llamados Gerard, Liam y Damaris. Eran aventureros y siempre estaban buscando emocionantes desafíos que los llevaran a lugares mágicos.
Un día, mientras exploraban una antigua biblioteca del pueblo, encontraron un viejo mapa que indicaba la ubicación de un tesoro escondido en las montañas. Emocionados por la idea de encontrar algo tan valioso, decidieron emprender la búsqueda juntos.
Con el mapa en sus manos y equipados con mochilas llenas de provisiones, comenzaron su travesía hacia las alturas de los Andes. El camino era empinado y el aire fresco se colaba por sus narices mientras ascendían lentamente.
Pero ellos no se rendían; estaban dispuestos a superar cualquier obstáculo para alcanzar su meta. Después de horas caminando, llegaron a una cueva oscura que coincidía con las indicaciones del mapa. Sin pensarlo dos veces, entraron decididos a descubrir qué había dentro.
La cueva estaba llena de murciélagos asustadizos y sonidos misteriosos resonaban por todas partes. De repente, escucharon un ruido sordo proveniente del fondo de la cueva. Se acercaron cautelosos y descubrieron una enorme roca bloqueando el paso hacia adelante.
Parecía imposible moverla sin ayuda. "¡Vamos chicos! Juntos podemos hacerlo", dijo Gerard animándolos. Los tres amigos se colocaron detrás de la roca y empujaron con todas sus fuerzas hasta lograr moverla.
Detrás de la roca, encontraron una sala llena de tesoros brillantes: monedas antiguas, joyas y piedras preciosas. "¡Lo hemos logrado!", exclamó Damaris emocionada. Pero su alegría fue efímera, ya que un grupo de murciélagos se abalanzó sobre ellos.
Corrieron desesperados hacia la salida de la cueva, pero Liam tropezó y cayó al suelo. Sin pensarlo dos veces, Gerard y Damaris volvieron para ayudar a su amigo. "¡Sigan adelante! Yo los alcanzaré después", gritó Liam mientras peleaba contra los murciélagos con una rama que encontró en el camino.
Gerard y Damaris corrieron lo más rápido que pudieron hasta salir de la cueva. Cuando estuvieron a salvo afuera, miraron hacia atrás y vieron cómo Liam finalmente se unía a ellos sin ningún rasguño.
"¿Cómo lograste salir ileso?", preguntaron sorprendidos. Liam sonrió y explicó: "Mientras peleaba con los murciélagos, vi un rayo de luz proveniente de una pequeña rendija en el techo de la cueva.
Me di cuenta de que si me acostaba en el suelo bajo ese rayo de luz, los murciélagos no se atrevían a acercarse". Los tres amigos entendieron entonces que trabajar juntos era fundamental para superar cualquier obstáculo. Continuaron explorando las montañas juntos y encontraron muchos otros tesoros escondidos en lugares mágicos.
Con cada aventura aprendieron valiosas lecciones: la importancia de la amistad, el trabajo en equipo y nunca rendirse ante los desafíos.
Y así, Gerard, Liam y Damaris se convirtieron en leyendas de los Andes ecuatorianos, inspirando a otros a seguir sus pasos y descubrir sus propios tesoros ocultos.
FIN.