La Montaña Sonriente y la Mujer Montaña
Érase una vez, en un lejano país lleno de maravillas, una montaña enorme y sonriente, que siempre observaba con alegría a su alrededor. La montaña, a quien todos llamaban Montaña Sonriente, tenía un gran deseo: quería jugar y divertirse con alguien. Pero, por donde mirara, solo encontraba nubes que pasaban volando y pájaros que le cantaban desde lejos.
Un día, mientras el sol brillaba con fuerza, Montaña Sonriente decidió que necesitaba ayuda. Con su voz profunda y amistosa, le dijo al viento:
"Viento, amigo mío, ¿conoces a alguien con quien pueda jugar? Estoy tan sola aquí en la cima del mundo."
"No te preocupes, Montaña Sonriente, hay muchos seres maravillosos en este mundo. Sigue mirando hacia el océano, quizás encuentres algo especial allí", respondió el viento.
Curiosa, la Montaña Sonriente miró hacia el océano. De repente, una hermosa montaña con forma de mujer emergió de las profundidades del mar, destellando bajo la luz del sol. Su cuerpo estaba hecho de suaves olas y brumas, con un brillo que reflejaba el cielo.
"¡Hola! Soy Mujer Montaña, ¿y tú quién eres?", preguntó la nueva montaña con una voz melodiosa.
"Soy Montaña Sonriente. Estoy tan feliz de conocerte, ¡por fin tengo a alguien con quien jugar!"
Desde ese día, las dos montañas se hicieron muy amigas. Pasaban las horas jugando a hacer sombras con sus cumbres, contando historias sobre las estrellas y organizando competencias de quien lograba que los árboles crezcan más rápido. Todo el mundo en la tierra las admiraba y disfrutaba su alegría.
Pero un día, Mujer Montaña comenzó a encogerse poco a poco, como si el agua del océano la estuviera envolviendo.
"¿Qué te sucede, Mujer Montaña?", preguntó Montaña Sonriente con preocupación.
"No lo sé, a veces, las olas me llevan y me hacen sentir más pequeña. Pero no te preocupes, siempre regreso a ser grande y hermosa", explicó Mujer Montaña mientras se encogía.
Montaña Sonriente no entendía lo que sucedía, pero decidió ser fuerte y seguir apoyándola. Se turnaron para hacer cosas divertidas, y a pesar de que Mujer Montaña se volvía más pequeña, Montaña Sonriente nunca dejó de sonreír.
Con el paso de los días, Mujer Montaña volvió a crecer y recobró su tamaño original, llenando el aire de risas y alegría.
"¡Mira, volví a ser la misma de antes!", exclamó feliz Mujer Montaña, danzando en el aire como si fuera una corriente de agua llena de vida.
Las dos montañas se abrazaron con fuerza, emocionadas de volver a estar juntas. A pesar de que Mujer Montaña a veces se encogía, lo importante era que siempre regresaba, y eso hacía que su amistad se volviera más fuerte.
"Lo importante es que siempre estemos aquí la una para la otra. ¡Eso es lo que hace nuestra amistad especial!", dijo Montaña Sonriente con su gran risa.
Desde ese día, las dos montañas aprendieron que en la vida hay altibajos, pero siempre deben apoyarse mutuamente. Juntas encontraron la felicidad en su diversidad, en las diferencias que las hacían únicas. Con cada ola del océano y cada brisa del viento, sabían que su amistad iba a perdurar para siempre.
Así, Montaña Sonriente y Mujer Montaña siguieron viviendo aventuras, disfrutando de cada juego y dándose cuenta de que siempre podría haber luz incluso en los momentos difíciles. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.