La Mujer de Rojo y el Arcoíris Mágico
Era un día gris y lluvioso en el pequeño pueblo de Colores. Todos los niños se habían refugiado en sus casas, mirando las gotas de lluvia caer por la ventana con algo de melancolía. Sin embargo, en medio de la tormenta, una mujer vestida de rojo decidió salir a caminar por las calles empapadas. Su nombre era Clara, y tenía un espíritu aventurero que la acompañaba a donde fuera.
Mientras caminaba, Clara levantó la mirada hacia el cielo.
"¿Por qué no puedo ver el sol?" - se preguntó, sintiendo que las nubes la rodeaban, casi como si quisieran esconderla.
En el camino, vio a un grupo de niños mirando por la ventana de una casa.
"¿Quieren salir a jugar?" - les gritó Clara, con una sonrisa brillante.
Los niños la miraron con asombro.
"¡Pero está lloviendo!" - respondió uno de ellos, con ojos grandes.
Clara, con una risa contagiosa, se sacudió las gotas de agua de su capa roja y dijo:
"¡La lluvia no puede detenernos! ¡Podemos hacer una guerra de barro!".
Los niños miraron hacia la lluvia y luego a Clara, sintiendo un cosquilleo de emoción. Uno de ellos, llamado Mateo, se animó:
"¡Yo quiero jugar!" - gritó mientras abría la puerta y corría hacia ella.
Pronto, todos los niños siguieron a Mateo y salieron a la calle. En poco tiempo, la lluvia se llenó de risas y gritos, mientras los pequeños corrían y saltaban en charcos, dejando atrás la tristeza del día gris.
"¡Yo soy un caballero en su caballo de barro!" - exclamó Mateo, mientras se tumbaba en un charco, cubriéndose de barro.
"¡Y yo soy la princesa de la lluvia!" - gritó Clara, inclinando una rama como si fuera una corona.
Después de un rato de jugar, los niños se quedaron inmóviles, mirando cómo un rayo de sol se atrevía a asomarse entre las nubes. Clara, con los ojos llenos de felicidad, les dijo:
"¡Miren, el sol está saliendo!" - extendiendo sus brazos hacia el cielo.
De repente, el sol comenzó a brillar con fuerza y un hermoso arcoíris apareció justo delante de sus ojos.
"¡Miren, un arcoíris!" - exclamaron los niños.
Clara sonrió y recordó algo que su abuela le había enseñado.
"Dicen que cuando ves un arcoíris, ¡puedes pedir un deseo!" - dijo Clara.
Todos los niños se reunieron en círculo, mirando el arcoíris, y comenzaron a pensar en sus deseos. Uno de los niños, llamado Lucía, preguntó:
"¿Qué vamos a desear?" - con una expresión intrigada.
"Quiero que la lluvia siempre nos traiga alegría y aventuras," - dijo Clara.
"¡Sí!" - gritaron los niños al unísono, levantando sus manos al cielo.
Clara notó que el viento soplaba suavemente, llevando consigo el aroma fresco de la tierra mojada. En ese instante, se dio cuenta de que la lluvia no era solo agua; era también la fuente de vida. Las flores, los árboles y hasta el aire necesitaban ese momento para crecer y florecer.
"La lluvia puede ser divertida cuando jugamos juntos, pero también puede ser hermosa cuando dejamos que haga su trabajo en el mundo," - les explicó Clara con dulzura.
"¡Entonces siempre será una aventura!" - dijo Mateo, riendo mientras se sacudía un charco del barro de sus botas.
Y en ese mágico momento, con el arcoíris brillando en el cielo, Clara supo que cada día, incluso los más grises, podían ofrecer una oportunidad para un nuevo comienzo. La mujer de rojo se convirtió en la heroína del día, mostránodoles a los niños que a veces había que mojarse un poco para apreciar la belleza que venía después.
Cuando la lluvia se detuvo, y el sol iluminó todo a su alrededor, los niños descubrieron que la alegría de jugar juntos era el verdadero tesoro que podían llevarse a casa.
FIN.