La Muñeca y el Abilo de Madera
En un pequeño pueblito rodeado de montañas verdes, había una niña llamada Clara que tenía una muñeca muy especial, llamada Lola. Lola no era una muñeca cualquiera; tenía un vestido de flores brillantes, una diadema con cuentas de colores y una sonrisa que podía iluminar los días más grises. Clara la amaba con todo su corazón y pasaba horas jugando con ella en su habitación, junto a la ventana que daba al jardín.
Un día, mientras jugaban, Clara encontró en el desván un viejo abilo de leña que pertenecía a su abuelo. Era un objeto intrigante, lleno de historia y magia. Clara con entusiasmo le dijo a Lola:
"Mirá, Lola, ¿qué te parece si usamos este abilo para crear un juego nuevo? ¡Podemos hacer que vuele!"
Lola, aunque en silencio, parecía estar de acuerdo, ya que su sonrisa nunca se desdibujaba. Clara colocó el abilo frente a la ventana y se quedó mirando a través del cristal, imaginando todas las aventuras que podían vivir.
"¡Vamos a inventar una historia! -dijo Clara- Se me ocurre que el abilo es un avión mágico que nos llevará a un lugar lleno de dulces y sorpresas."
En su mente, Clara comenzó a imaginar un mundo lleno de colores. De repente, una ráfaga de viento sopló y, ¡zas! El abilo, impulsado por el viento, comenzó a moverse.
"¡Mirá, Lola! ¡El abilo está volando!" -exclamó Clara, emocionada.
Pero algo inesperado pasó. El abilo voló tan alto que se atascó en una rama de un árbol cercano. Clara, preocupada, le dijo a Lola:
"¿Y ahora qué haremos? ¡No podemos dejar que el abilo se pierda!"
Entonces, Clara tuvo una idea brillante. Corrió a la cocina y trajo una cuerda finita que encontró.
"Voy a usar esta cuerda como una soga para intentar bajarlo. ¡Juntas podemos lograrlo!" -dijo Clara, llenándose de determinación.
Clara estiró la cuerda y se subió a una pequeña silla cerca de la ventana. Desde ahí, pudo alcanzar la rama y, con mucho cuidado, comenzó a desatar el abilo.
"¡Ahí va!" -gritó Clara mientras el abilo caía lentamente al suelo.
Finalmente, Clara lo atrapó. Lo miró con mucho cariño y, antes de volver a jugar, le dijo:
"No importa cuán alto lleguemos o cuán lejos volamos, siempre encontraremos la forma de volver a casa."
A partir de ese día, el abilo de leña se convirtió en su juego favorito, y cada vez que jugaban, Clara recordaba la importancia de la amistad y de no rendirse ante los desafíos. Compartían historias de cómo, aunque enfrentó dificultades, siempre encontraban la manera de solucionarlas, juntos, como las mejores amigas que eran.
Así, Clara y Lola continuaron viviendo mágicas aventuras a través de la ventana, con el abilo de leña como su fiel compañero. Aprendieron que la imaginación tiene el poder de transformar cualquier objeto en algo especial, y que la perseverancia y el trabajo en equipo siempre dan sus frutos.
El fin.
FIN.