La Naranja Solitaria en el Árbol



En un hermoso día de verano, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un árbol muy especial. Este árbol era el hogar de muchas frutas coloridas, pero entre todas ellas, había una naranja que se destacaba. Ella era muy distinta a las demás: era la única naranja que crecía en esa rama, mientras que las otras ramas estaban llenas de manzanas, peras y ciruelas. La naranja, a la que llamaremos Nara, solía mirar envidiosamente a sus vecinas.

"¿Por qué no tengo compañeras como tú, Nara?" - le preguntaba una dulce manzana llamada Musa.

"No lo sé, Musa. Simplemente soy diferente. Te miro a vos y a las peras, y siempre están tan alegres y llenas de compañía" - respondió Nara con un suspiro.

A medida que pasaban los días, Nara sentía que la soledad comenzaba a invadirla. Observaba cómo todos jugaban y se divertían entre ellos, mientras ella seguía ahí, en su rama. Un día, un travieso ventarrón comenzó a soplar. Las frutas se sujetaban con todas sus fuerzas, pero Nara, al principio, sintió que podría liberarse.

"¡Sujétense fuerte!" - gritó Musa, mientras un par de peras se balanceaban peligrosamente.

Pero Nara decidió soltar la rama. Aterrizó suavemente en el suelo, y aunque estaba asustada, en su corazón había algo nuevo, una chispa de aventura.

"¡Estoy libre!" - exclamó Nara, mirando a su alrededor.

Al principio, no sabía a dónde ir. Miró a las frutas que seguían colgando en el árbol.

"¿Y ahora qué hago?" - se preguntó.

Entonces, Nara vio a un grupo de niños que jugaban cerca. Al acercarse, los niños la vieron y se acercaron rápidamente.

"¡Mirá una naranja!" - dijo uno de los niños con ojos brillantes.

"¡Podemos hacer una limonada!" - sugirió otro.

Nara sintió una emoción indescriptible. Por primera vez, se dio cuenta de que ser diferente la había llevado a algo inesperado y especial.

"¡Espera! No soy una limón, soy una naranja, y puedo hacer una deliciosa bebida también. ¡Puedo ser parte de su juego!" - dijo Nara mientras intentaba no rodar lejos.

Los niños se rieron y comenzaron a recoger a Nara. En un instante, estuvo en medio de ellos, compartiendo su dulzura y alegría.

Poco a poco comenzó a entender algo importante: "No importa si eres distinto, lo importante es lo que puedes ofrecer y cómo puedes hacer feliz a los demás."

La limonada que hicieron no solo incluía su jugo, sino también las risas y sonrisas de todos los niños. Juntos, aprendieron a disfrutar de la compañía de la naranja solitaria, que ya no se sentía sola.

Días después, Musa miró hacia abajo y vio a Nara disfrutando del juego con los niños.

"¿Por qué no bajaste antes, Nara? ¡Te hemos extrañado!" - preguntó la manzana.

"Pensé que no tenía lugar entre ustedes... pero ahora sé que ser diferente me ha llevado a cosas maravillosas" - respondió Nara, sonriendo.

"¡Qué lindo lo que dijiste! La diferencia es lo que hace el mundo más interesante." - dijo Musa, feliz de que Nara hubiera encontrado su lugar entre ellos.

Así, Nara dejó de sentirse solitaria. Aprendió que cada uno tiene un valor único, y que su diferencia no era un obstáculo, sino una oportunidad para compartir algo especial con quienes la rodeaban. Y así, el árbol que alguna vez había sido testigo de la soledad de Nara, ahora vibraba con las risas de niños y frutas felices.

Las frutas aprendieron a valorar sus diferencias, y Nara se convirtió en la líder del grupo, enseñando a todos a no temer a lo desconocido y a celebrar lo que les hacía únicos. La amistad, la alegría y la aceptación del otro siempre serían su mejor compañía.

FIN.

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