La Nariz Aventura de Nino



Había una vez un pequeño pueblo llamado Narilandia, donde las narices eran el tesoro más preciado. Allí vivía Nino, un niño curioso que, para su desgracia, había perdido su sentido del olfato por un estornudo muy, pero muy fuerte. Desde entonces, cada vez que pasaba junto a una deliciosa torta de chocolate, su amigo Juanito le decía:

"Nino, ¡huele esto! Es la torta más rica de todo Narilandia!"

"¡Oh, Juanito! Te creo, pero no puedo disfrutarlo como vos", respondía Nino con una sonrisa forzada.

Así que un día, Nino decidió que no podía esperar más. Era hora de buscar ayuda para volver a oler de nuevo. Se puso su gorra favorita y partió hacia el consultorio del Doctor Ruiz, el médico más divertido y querido de Narilandia.

Cuando Nino llegó, el doctor lo recibió con una gran sonrisa.

"¿Cómo estás, Nino? Espero que no hayas venido a pedirme que te quite otra muela. ¡Esas cosas son muy dolorosas!"

"No, doctor. Solo quiero regresar a oler todas las cosas ricas del mundo. ¡He venido a que me ayude!"

"Entiendo. Seguro que con una operación de nariz vas a oler hasta el más mínimo aroma. ¡Y voy a hacer que sea divertida!"

"¿De verdad?"

"¡Sí! Te prometo que al final de la operación haremos un concurso de olores. El que gane se lleva una torta de chocolate gigante", dijo el doctor mientras hacía una pirueta.

Nino no podía creerlo. ¡Una torta gigante de chocolate! Así que después de un par de ruidos divertidos y chistes sobre narices, el doctor comenzó con la operación. Nino estaba un poco nervioso, pero el ambiente era tan alegre que no podía evitar reírse al ver al doctor disfrazado de payaso para la ocasión.

Mientras lo operaban, el doctor contaba historias locas sobre su infancia, como la vez que intentó hacer panqueques y terminó con un volcán de masa en su cocina. Nino no pudo contener las carcajadas, y eso lo ayudó a sentirse más tranquilo.

Luego de unos minutos, el doctor terminó la operación.

"¡Listo! Ya está. Ahora esperemos unos minutos para que los efectos de la anestesia pasen y puedas probar tu nuevo olfato", dijo el doctor mientras bailaba.

Pasaron los minutos, y de repente, Nino sintió una cosquillita en su nariz.

"¡Doctor! ¡Siento algo!"

"¡Eso es maravilloso! ¡Prepárate para oler!"

"¿Qué debo hacer?"

"Solo respira hondo, ¡y que comience el concurso de olores!"

El doctor trajo varios frascos con cosas variadas: flores, queso, chocolates, y hasta un par de cosas raras que a Nino le parecieron extrañas.

Nino empezó a oler cada frasco, y cada vez que acertaba lo que había, el doctor daba una vuelta y hacía un chiste.

"¡Esto es queso! ¡Huele como un pie!"

"Eso no va a ser fácil, ¡pero lo voy a lograr!"

"¡Eso es lo que quiero escuchar!"

Cuando llegó a la última prueba, el doctor le entregó un frasco que hacía un ruido burbujeante.

"¿Qué crees que es, Nino?"

"Mmm... ¡pido pista!"

"Es algo que puede causar muchas risas, ¡y se puede comer!"

Nino pensó y pensó, hasta que finalmente exclamó:

"¡Es una gelatina de sabores!"

"¡Correcto! ¡Y te llevas la torta de chocolate gigante! ¡Felicidades!"

Nino estaba tan feliz. Había recuperado su olfato y, además, se llevó una torta gigante para compartir con sus amigos. Desde ese día, cada vez que paseaba por el pueblo, se detenía en cada panadería para disfrutar de todos los olores y sabores que Narilandia tenía para ofrecer. Y nunca olvidó esa divertida aventura con el Dr. Ruiz, que lo hizo sentir como un verdadero campeón.

Así, Nino aprendió que reírse y disfrutar es la mejor medicina, y que nunca hay que dejar de buscar lo que amamos.

Y así termina la historia de Nino y su nariz aventurera que lo llevó a redescubrir los olores del mundo, con una sonrisa y una buena porción de dulce de chocolate.

FIN.

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