La nariz de Benito



Érase una vez en un pueblo llamado Narizón, vivía un hombre llamado Benito. Benito era conocido por tener la nariz más grande que se hubiera visto jamás en todo el lugar.

Su nariz era tan descomunal que todos lo reconocían al instante y no podían evitar mirarla con asombro. Sin embargo, a pesar de ser famoso por su nariz, Benito estaba triste. Y es que su enorme nariz le picaba constantemente, causándole molestias y haciéndolo sentir incómodo.

Intentaba de todo para calmar la comezón: se la rascaba con todas sus fuerzas, usaba cremas especiales e incluso consultó con varios médicos del pueblo, pero nada parecía funcionar.

Un día, mientras paseaba por el mercado buscando alguna solución milagrosa para su problema nasal, escuchó a lo lejos una melodiosa risa infantil. Se acercó curioso y vio a un grupo de niños jugando y riendo sin preocupaciones.

Entre ellos había una niña pequeña con pecas en la cara y una sonrisa radiante. - ¡Hola! -saludó la niña al ver a Benito acercarse-. ¿Por qué estás tan triste? Benito suspiró y le contó a la niña sobre su nariz descomunal que le picaba tanto.

- ¡Oh! Yo tengo algo que quizás te ayude -dijo la niña sacando de su bolsillo un pañuelo de colores brillantes-. Este pañuelo tiene poderes mágicos para calmar las picazones.

Benito aceptó el regalo con gratitud y se secó delicadamente la punta de su gran nariz con el pañuelo. Para sorpresa de ambos, la comezón desapareció al instante y Benito sintió un alivio inmenso recorrerle todo el rostro. - ¡Funcionó! ¡Gracias, pequeña amiga! -exclamó Benito emocionado.

La niña sonrió ampliamente y señalando hacia el horizonte dijo:- Ven conmigo, te mostraré algo más que puede alegrarte el corazón. Intrigado por las palabras de la niña, Benito decidió seguirla fuera del pueblo hasta llegar a un hermoso jardín lleno de flores multicolores.

La niña lo llevó hasta un espejo antiguo que había en medio del jardín y le pidió que se mirara detenidamente.

Al verse reflejado en el espejo rodeado de tanta belleza natural, Benito entendió algo importante: su nariz descomunal no definía quién era él como persona. Comprendió que debía aprender a aceptarse tal como era y enfocarse en las cosas buenas que tenía en su vida.

Desde ese día en adelante, Benito dejó de preocuparse por los comentarios o miradas curiosas respecto a su nariz gigante. En cambio, decidió disfrutar cada momento al máximo junto a sus nuevos amigos del jardín y ayudar a quienes tuvieran problemas similares al suyo.

Y así fue como Benito aprendió a valorarse a sí mismo más allá de cualquier apariencia física y descubrió que la verdadera felicidad radica en aceptarnos tal como somos y encontrar alegría en las cosas simples de la vida. Y colorín colorado este cuento ha terminado.

FIN.

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