La nave espacial de la amistad


Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en una casa con un enorme jardín. A Tomás le encantaba pasar horas jugando entre las plantas, observando a los insectos y escuchando el canto de los pájaros.

Un día, mientras exploraba un rincón escondido del jardín, descubrió algo muy extraño: ¡un pequeño extraterrestre verde estaba parado frente a él! El alienígena era bajito, con ojos grandes y brillantes, y llevaba puesto un traje plateado muy reluciente.

Tomás no pudo contener su emoción y lo miró con curiosidad. "¡Hola! ¿Quién eres tú?" -preguntó Tomás, emocionado.

El alienígena se presentó como Zog y explicó que su nave espacial había tenido un problema técnico y tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en el jardín de Tomás. El niño no podía creerlo, ¡un verdadero extraterrestre en su propio jardín!"¿Puedo ayudarte en algo?" -preguntó Tomás con entusiasmo.

Zog le explicó que necesitaba reparar la nave para poder regresar a su planeta. Tomás se ofreció inmediatamente a ayudarlo y juntos comenzaron a buscar herramientas por el jardín. Mientras trabajaban, Zog le contaba a Tomás sobre su planeta natal, lleno de colores brillantes y criaturas extraordinarias.

Con el paso de los días, Tomás y Zog se volvieron amigos inseparables. Trabajaban juntos en la nave durante el día y por las noches miraban las estrellas desde el jardín, soñando con viajar juntos por el universo.

Sin embargo, una noche todo cambió cuando una fuerte tormenta azotó la ciudad. La nave espacial de Zog sufrió daños irreparables y parecía imposible arreglarla a tiempo. "No te preocupes", dijo Tomás con determinación, "encontraremos una solución juntos".

Y así fue como Tomás tuvo una idea brillante: construirían una nueva nave espacial utilizando materiales reciclados que encontraron en el garaje de su casa. Con mucho esfuerzo y trabajo en equipo, lograron terminar la nave justo antes del amanecer.

Llegó el momento de despedirse y Zog estaba muy agradecido con Tomás por toda su ayuda. "Gracias por ser mi amigo y por enseñarme tanto sobre tu mundo", dijo Zog emocionado.

Tomás sonrió y le dio un abrazo al pequeño extraterrestre antes de ver cómo despegaba la nueva nave hacia las estrellas. Desde ese día, cada vez que miraba al cielo nocturno, Tomás recordaba la increíble aventura que vivió junto a su amigo alienígena en su propio jardín.

Y aunque Zog ya no estaba físicamente allí, sabía que siempre estarían conectados a través de la amistad que habían forjado para siempre.

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