La Navidad de Adrianyelis



Era una hermosa mañana de diciembre, y el aire estaba lleno de fragancia a pino y galletitas. En la casa de Adrianyelis, la emoción por la llegada de la Navidad era palpable. Cada rincón estaba adornado con luces brillantes, y el árbol de Navidad se erguía orgulloso en la sala. La familia ya había comenzado a llegar: Dainili, su madre, y Aiskey, su padre, preparaban la cena navideña mientras que el abuelo Yuri contaba historias a los más pequeños.

"¡Abuelo! ¿Podés contarnos la historia del nacimiento de la estrella de Navidad?" – preguntó Yurvelis con curiosidad.

"Claro, pero esa historia no tiene nada que ver con las aventuras de la nochebuena. Quiero que sepan que lo más importante es la unión familiar y compartir alegría" – respondió el abuelo, mientras los primos se acomodaban a su alrededor.

Antonio, el tío de Adrianyelis, se acercó con una bolsa de caramelos y dijo:

"¡Alguien quiere un dulce?" – levantando la bolsa con una gran sonrisa.

Los primos, incluyendo a Adrian, Jhokeiber, Ricardo y Erimar, se lanzaron sobre él, llenando el aire de risas y empujones amistosos. Pero, en medio del bullicio, Adrianyelis miró un rincón del árbol donde había un regalo envuelto, un poco más pequeño que los demás y sin etiqueta.

"Mamá, ¿de quién es ese regalo?" – preguntó Adrianyelis intrigada.

"No lo sé, mi amor. Creo que es una sorpresa. Pero no debemos abrirlo hasta la noche, cuando todos estemos juntos" – respondió Dainili.

A medida que avanzaba el día, la familia se sentó a la mesa para compartir un almuerzo lleno de sabores típicos de la Navidad. Todos estaban ansiosos por probar el famoso asado de la abuela. Mientras comían, empezaron a contar sus deseos para el próximo año.

"Yo quiero ser un gran científico" – dijo Aiskey con determinación.

"Yo quiero jugar en la selección de fútbol" – agregó Antonio emocionado.

Pero luego, el clima cambió. Un fuerte viento comenzó a soplar desde afuera, y las luces del árbol comenzaron a parpadear. Era como si la Navidad estuviera sintiendo el desasosiego de la familia.

"¿Qué pasa, abuela?" – preguntó Erimar, preocupado.

"No se alarmen, chicos. A veces, el viento trae sorpresas" – respondió Dainili, sonriendo para tranquilizarlos.

Sin embargo, el viento no se detuvo y, de repente, un rayo de luz entró por la ventana. Todos quedaron sorprendidos al ver una pequeña figura brillante flotando en el aire. Era una pequeña hada de Navidad.

"¡Hola! Soy Pepita, el hada de la Navidad. Estaba buscando a una familia especial para ayudar" – dijo con una voz melodiosa.

"¿Ayudar en qué?" – preguntó Adrianyelis, visiblemente emocionada.

"He notado que aunque tienen muchas cosas, les falta un poco de espíritu navideño. Necesitan aprender sobre la importancia de dar y compartir con otros. Vengan, los llevaré a un lugar muy especial" – respondió Pepita mientras agitaba su varita mágica.

De repente, la familia se encontró en un lugar lleno de niños sonriendo y jugando, pero también había algunos que no tenían nada con qué jugar.

"¡Miren!" – exclamó Ricardito. "¿Por qué esos chicos no tienen juguetes?"

"Ellos no tienen a nadie que les dé lo que ustedes tienen. A veces, la Navidad no se trata de recibir, sino de dar amor y abrazos" – explicó Pepita mientras sonreía.

Inspirados, Adrianyelis y sus primos decidieron organizar una campaña para recaudar juguetes y disfrazarse de Papá Noel para llevarles regalos a esos niños.

"¡Podemos hacerlo!" – gritó Yurvelis, llena de entusiasmo.

Así, la familia trabajó unida, no solo para coleccionar juguetes, sino también para hacer cartas y tarjetas navideñas personalizadas para cada niño. La alegría en sus corazones crecía mientras contaban los días para esa entrega especial.

Finalmente llegó la noche de Navidad, y la familia se vistió con renos, elfitos, y gorros de Papá Noel. Con una bolsa enorme llena de juguetes, se dirigieron al lugar que Pepita les había mostrado.

"¡Sorpresa!" – gritaron todos al entrar al lugar de los niños.

Las caras de sorpresa se transformaron en sonrisas enormes cuando vieron a Adrianyelis y su familia allí. Comenzaron a repartir los regalos y a jugar todos juntos. Fue una Navidad mágica, donde los corazones se llenaron de amor y alegría.

"¡Esto es lo mejor que nos pudo pasar!" – dijo Aiskey mientras abrazaba a uno de los niños.

Al final de la noche, Adrianyelis miró hacia arriba y vio a Pepita sonriendo.

"Gracias por mostrarnos que la verdadera magia de la Navidad está en dar y compartir" – dijo Adrianyelis.

"¡Felicidades! Ustedes han aprendido el verdadero significado de la Navidad. Recuerden siempre esto: el amor y la unión de la familia son el mejor regalo" – dijo Pepita mientras se desvanecía en el aire.

Desde entonces, cada Navidad, la familia de Adrianyelis no solo celebraba con regalos para sí mismos, sino que también se dedicaban a compartir amor con quienes más lo necesitaban, recordando que el espíritu navideño vive en cada gesto de goodwill.

FIN.

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