La Navidad de Carlos e Isabel



Era una cálida mañana de diciembre y la casa de los abuelos estaba llena de alegría. Carlos e Isabel, dos hermanitos muy unidos, estaban emocionados porque se acercaba la Navidad. Cada año, sus abuelos organizaban una gran fiesta con luces brillantes, deliciosas galletitas y, por supuesto, ¡regalos sorpresa!

- ¡No puedo esperar a que llegue la noche! - exclamó Carlos mientras dibujaba un gran árbol de Navidad en su cuaderno.

- Yo también, pero este año quiero hacer algo especial por nuestros abuelos - respondió Isabel, con una sonrisa entre traviesa y pensativa.

Los abuelos, don Pedro y doña Rosa, siempre hacían todo lo posible para que sus nietos se sintieran felices. Pero, a medida que se acercaba la celebración, los niños empezaron a notar que sus abuelos estaban un poco más cansados de lo habitual.

- ¿Por qué estarán tan cansados? - preguntó Isabel, preocupada.

- Tal vez se han estado preparando para la fiesta - sugirió Carlos, pero la mirada de su hermana decía que había algo más.

Una tarde, mientras los chicos ayudaban a su abuela a hornear galletitas, Isabel decidió preguntar.

- Abuela, ¿estás un poco cansada? - preguntó con su voz suave.

- Ay, mis amores, es que hemos estado trabajando mucho para que todo sea especial para ustedes - respondió doña Rosa, sonriendo, pero con un brillo de fatiga en sus ojos.

Carlos e Isabel se miraron, y una idea empezó a tomar forma en sus cabecitas. Decidieron que querían hacer algo especial por sus abuelos, algo que los sorprendiera y les llenara el corazón de alegría.

- ¿Y si preparamos la cena de Navidad nosotros? - sugirió Carlos.

- ¡Sí! Así ellos pueden descansar un poco - respondió Isabel, iluminada por la idea.

Esa noche, los dos niños se pusieron manos a la obra. Junto con algunos ingredientes que habían conseguido en la cocina, comenzaron a preparar una cena deliciosa. Mientras picaban verduras y mezclaban ingredientes, el espíritu navideño crecía entre ellos.

- ¡Esto va a ser una sorpresa maravillosa! - gritó Carlos con entusiasmo.

- Y lo mejor de todo es que será de parte nuestra - agregó Isabel, alzando los brazos en señal de victoria.

Finalmente, llegó la noche de Navidad. La casa de los abuelos estaba decorada con luces brillantes y el aroma de las galletitas recién horneadas llenaba el aire. Don Pedro y doña Rosa se sentaron en el sillón, sin saber que sus nietos estaban preparando algo especial en la cocina.

Cuando todo estuvo listo, Carlos e Isabel decidieron que era el momento de sorprender a los abuelos. Llamaron a la puerta del salón.

- ¡Abuelitos, pueden entrar! - gritaron al unísono.

Don Pedro y doña Rosa entraron y quedaron asombrados. La mesa tenía un mantel blanco, platos decorados con amor, y en el centro, una hermosa fuente con una cena recién hecha.

- ¡¿Qué es esto? ! - preguntó el abuelo, sus ojos brillaban con sorpresa.

- ¡Es nuestra sorpresa para ustedes! - gritaron los niños emocionados.

- Nunca pensé que podríamos tener una cena tan rica, hecha por ustedes - dijo doña Rosa, con una sonrisa que llenó la habitación de calidez.

Los abuelos se sentaron, y mientras disfrutaban la cena, los niños les contaron sobre su plan. - Sabemos que trabajan mucho para hacernos felices, así que queríamos hacer algo bonito por ustedes - dijo Isabel.

- Esta es la mejor Navidad que hemos tenido - dijo el abuelo, con una lágrima de felicidad en su ojo.

Lo que había comenzado como una noche común se convirtió en un mágico momento familiar. Los abuelos no solo recibieron una deliciosa cena, sino también un regalo inestimable: el amor y la dedicación de sus nietos.

- Recuerden, mis pequeños, la verdadera magia de la Navidad está en compartir y en los momentos que vivimos juntos - reflexionó doña Rosa con una sonrisa.

- ¡Sí, abuela! - respondieron los chicos, aún sintiendo la alegría en sus corazones.

A partir de esa noche, Carlos e Isabel entendieron que dar es tan importante como recibir. Y cada Navidad, más allá de los regalos, siempre celebraban la magia de estar juntos como familia, creando recuerdos que seguirían iluminando sus corazones por siempre.

FIN.

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