La Navidad de la Alegría Duradera



En un pequeño pueblito argentino llamado Mientras tanto, todos estaban emocionados porque se acercaba la Navidad. La plaza estaba adornada con luces brillantes, y la gente preparaba tradicionales comidas. Pero en una casita al final de la calle, vivía un viejo hombre llamado Don Fernando, que nunca celebraba la Navidad. Todos en el pueblo estaban intrigados por su extraña costumbre.

Una tarde, mientras los niños jugaban en la plaza,

"¿Por qué no viene Don Fernando a celebrar con nosotros?" - preguntó Lucía, una niña de siete años, muy curiosa.

"Dicen que solía amar la Navidad, pero algo pasó y ahora no le interesa" - dijo Tomás, su amigo.

Lucía decidió que tenían que averiguar qué había sucedido. Así que convocó a sus amigos y armó un plan para hacerle una sorpresa a Don Fernando. "Vamos a llevarle algo especial, quizás así vuelva a celebrar con nosotros", propuso.

Esa noche, se pusieron manos a la obra. Prepararon galletitas de jengibre y decoraron una bandeja con esmero.

"¿Y si le llevamos una estrella?" - sugirió Sofía, recordando que hace tiempo Don Fernando había mencionado que le gustaban las estrellas, "Podemos hacer una con cartón y brillantes."

Cuando amaneció el día de Navidad, el grupo de niños, cargando la bandeja con su regalo, se dirigió a casa de Don Fernando. Al tocar la puerta, el viejo hombre los miró con sorpresa.

"¿Qué hacen ustedes aquí, muchachos?" - preguntó con una ceja levantada.

"¡Feliz Navidad, Don Fernando! Le trajimos unas galletitas y una estrella!" - exclamó Lucía, sonriendo ampliamente.

Don Fernando se quedó un momento en silencio, observando la bandeja. Luego, su semblante se suavizó y sonrió por primera vez en mucho tiempo.

"Es muy amable de su parte, chicos. Pero..." - titubeó.

"¡Pero nada! Queremos que vuelva a celebrar con nosotros!" - interrumpió Tomás, decidido.

El viejo hombre observó de nuevo los ojos brillantes de los niños y, en ese instante, decidió abrir su corazón.

"Niños, la verdad es que muchas cosas han cambiado en mi vida. He perdido a personas muy queridas y creí que la Navidad ya no era para mí. Pero quizás, me he olvidado del verdadero espíritu de la Navidad..."

Los niños lo miraron con empatía, entendiendo que la Navidad no solo se trataba de regalos, sino de compartir y recordar.

"Don Fernando, todos en el pueblo lo queremos. La Navidad es también sobre mostrarnos que estamos juntos" - dijo Sofía con ternura.

El anciano sintió una calidez en su pecho y comenzó a recordar los momentos felices de navidades pasadas.

"Tal vez...tal vez tenga razón." - dijo Don Fernando, comenzando a sonreír.

Decidido a unirse a la celebración, invitó a los niños a entrar a su casa. Al instante, el hogar del anciano se iluminó con risas y alegría. Juntos, decidieron preparar un gran almuerzo navideño para compartir con el resto del pueblo.

"Vamos a hacer una gran fiesta en la plaza, todos están invitados!" - anunció Don Fernando, mientras los niños aplaudían emocionados.

Así, Don Fernando se convirtió en el alma de la fiesta. Todos llegaron a la plaza, donde él, junto a sus nuevos amigos, compartió galletitas y su famosa torta de chocolate. No solo volvió a sentir el espíritu de la Navidad, sino que también se convirtió en un símbolo de unidad y alegría en el pueblo.

La noche cayó y el cielo se iluminó con fuegos artificiales. Mientras todos bailaban y se reían, Don Fernando miró a su alrededor y sonrió, sintiendo que la Navidad no solo se trataba de lo que habíamos perdido, sino de lo que todavía teníamos: amor, amistad y la felicidad de compartir.

"Gracias, chicos, por recordarme lo que realmente importa" - dijo Don Fernando a sus pequeños amigos.

"¡Feliz Navidad!" - gritaron al unísono mientras levantaban sus manos al cielo.

A medida que las luces brillaban sobre la plaza, el viejo hombre sintió que nunca más estaría solo en Navidad. Y así, cada año, Don Fernando celebraba junto a sus amigos y toda el pueblo, recordando que la verdadera magia de la Navidad reside no solo en los regalos, sino en abrir el corazón a la amistad y la alegría compartida.

Fin.

FIN.

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