La Navidad de La Peñalosa
En un pequeño y colorido barrio llamado La Peñalosa, vivían diez niños que eran inseparables. Se llamaban Lucas, Sofía, Mateo, Valentina, Ignacio, Emma, Tadeo, Alma, Julián y Lara. Juntos pasaban todos los días jugando en la plaza del barrio, riendo y creando aventuras. Pero, a medida que se acercaba la Navidad, la alegría en el aire comenzaba a cambiar: la plaza se iluminaba con luces de colores y los adultos preparaban sorpresas, sin embargo, un grupo de niños del barrio vecino, la Villa Brillante, estaba teniendo una Navidad menos feliz.
Un día, Sofía propuso: "¿Y si hacemos algo especial para ellos?"- Los otros niños la miraron sorprendidos. Esto abrió un gran debate.
"Pero no nos conocen, ¿por qué deberíamos preocuparnos por ellos?"- dijo Ignacio.
"¡Porque eso es lo que hace una verdadera comunidad!"- respondió Emma con convicción. Todos quedaron en silencio, pensando en lo que Emma había dicho.
Finalmente, decidieron organizar una fiesta navideña en la plaza de La Peñalosa, a la que invitarían a los niños de la Villa Brillante. Al principio, encontraron dificultades: no tenían plata para decorar ni comprar comida. Pero eso no los detuvo.
"Podemos hacer adornos con cosas recicladas"- sugirió Tadeo. Así, comenzaron a recolectar botellas, cartón y papel. Cada uno trajo algo de su casa y las tardes se llenaron de risas mientras creaban guirnaldas y estrellas.
El día de la fiesta llegó, pero solo un par de niños llegaron al principio. "No se preocupen, todavía falta gente"- dijo Mateo para animarlos. La comida y las risas eran suficientes para que no se sintieran solitarios. Cuando casi todos pensaban que sería un fracaso, de repente, un grupo de niños de Villa Brillante apareció. "¿Podemos unirnos a la fiesta?"- preguntó Julián con una gran sonrisa. Todos gritaron de alegría.
"¡Claro que sí! ¡Bienvenidos!"- respondieron a coro los niños de La Peñalosa. Comenzaron a compartir dulces, algunas canciones navideñas y juegos. Todos se reían y corrían, y la plaza se llenó de alegría.
Pero, como pasa en las mejores historias, surgió un problema. Un grupo de adolescentes estaba intentando arruinar la fiesta tirando agua y gritando cosas desagradables. Los niños se miraron entre ellos, preocupados, pero fue Alma quien dijo: "No podemos dejar que nos apaguen la alegría. ¡Juntos somos más fuertes!"-
Tomados de las manos, los diez amigos atravesaron a los adolescentes.
"¡Esto es una fiesta de amistad!"- exclamó Valentina. Los adolescentes, sorprendidos, se detuvieron. Lo que nunca esperaron fue recibir una respuesta tan amistosa. Uno de ellos, al ver la determinación en los ojos de los niños, sonrió y se fue con sus amigos.
"Si ellos pueden divertirse, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros?"- dijo uno de ellos al irse. Al final, la fiesta prosiguió con más energía que nunca.
Ya entrada la tarde, llegó un momento especial: cada niño de Villa Brillante se presentó y compartió lo que más les gustaba de su barrio. Lucas, sintiéndose inspirado, sugirió que podían organizar encuentros mensuales para seguir conociéndose y apoyarse. "¡Sí! ¡Haremos una nueva tradición!"- exclamó Emma, y todos estuvieron de acuerdo.
Cuando el sol comenzó a ponerse, encendieron una fogata y miraron las estrellas mientras compartían historias. La amistad y el compañerismo florecieron esa noche, y se dieron cuenta de que, más allá de las diferencias, ¡la verdadera magia de la Navidad estaba en compartir y cuidar unos de otros!
Así, los diez amigos de La Peñalosa no solo tuvieron una Navidad mágica, sino que también forjaron lazos nuevos con los niños de Villa Brillante. La comunidad se volvió más fuerte y unida, y la historia se transmitió por generaciones, siempre recordando que la verdadera alegría de la Navidad es crear juntos.
"Cuando somos amigos, todo es posible!"- concluyeron todos juntos, dejando que la alegría de la Navidad iluminara sus corazones para siempre.
FIN.